3.-FUEGO DEL ESTE-

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Palpó con las manos la tierra fría y húmeda, y comenzó a escuchar las fuertes pisadas de una multitud.
Abrió los ojos y se dió cuenta de que estaba rodeado de hombres, y todos caminaban en una misma dirección.
Se incorporó rápidemente y miró a su alrededor.
Soldados, todos de estaturas y vestimentas  diferentes, sostenían antorchas para iluminar el camino, por lo que el ambiente se iluminaba de un color naranja y amarillo.
Lo único que se podía escuchar era el sonido de las ramas crujiendo, el fuego y un canto extraño, el cual parecía más un llanto.
Comenzó a caminar hacia adelante, haciendo a un lado a los hombres, pero al tocarlos ninguno lo miraba, parecía como si fuera invisible, o ignorado. Cuando casi llegaba al final de la multitud, pudo ver un bosque, y a lo lejos justo encima de una colina, se podía ver un castillo.
Al llegar al frente de los soldados pudo ver una figura extraña, un hombre de estatura media que se encontraba de espaldas a él, y luego de un momento, el hombre se giró lentamente hacia él.
Cuando la luz iluminó su cara, pudo ver una expresión de furia,y desenfundó su espada desde su cadera, apuntando firmemente a su pecho.
De pronto, dijo con voz grave:

-Tu hambre de poder te ha corrompido, y tu intento por un reyno perfecto ha fracasado.
Arderás en el infierno, y tu reynado de tiranía terminará por fin.
¡Muerte al rey Braeth!

La multitud se soldados comenzó a gritar lo mismo, y el rey se quedó plasmado al sentir cómo la espada del hombre se clavaba profundamente en su pecho.

[...]

Despertó sudoroso en su habitación, al tiempo que soltaba un grito seco. Se revisó el pecho en busca de la herida y tembloroso notó que la herida no estaba.
La reyna despertó asustada y rápidamente se sentó en la cama.

-¿Te encuentras bien? ¿Tuviste otra pesadilla?

-¡El obispo! ¡Necesito al obispo!

Gritó el rey y se levantó de su cama, seguido de ello abrió la puerta de su habitación y gritó fuertemente:

-¡El obispo! ¡¿Donde esta el maldito obispo?!

[...]

Después de unos minutos, el rey se encontraba en una habitación casi vacía, pues lo único que se encontraba dentro era un gran tapete, y mientras esperaba sentado, un humo gris salía de un pequeño contenedor de metal con agujeros.
De pronto, la puerta se abrió y el obispo entró en la habitación, cerrando la puerta tras él.

-Su majestad. -Dijo. -Me parece que ha mandado a llamarme. Dígame, ¿qué puedo ofrecerle mi señor?

-Un sueño. -Contestó el rey Braeth. -Tuve un sueño, o una pesadilla, diría yo.

-Oh, ya veo, permítame entonces hacerme cargo. Aspire mi rey el humo espiritual y podré ver así lo que usted ha visto.

El obispo comenzó a inhalar profundamente, y al cabo de unos segundos, añadió muy relajado.

-Vaya. Parece que usted sufre un miedo terrible por sus decisiones pasadas, y esto lo atormenta, impidiéndole dormir. Yo en su caso, no me preocuparía, al parecer fué un simple sueño. Se podría decir que no hay nada qué predecir.

Cuando hubo terminado, el obispo se puso de pie y miró al rey.

-¿Eso es todo?.

Preguntó Braeth, al tiempo que se ponía de pie también. Comenzó a caminar en dirección a la puerta, pero antes de llegar pudo escuchar un fuerte golpe y se giró en dirección al obispo.
Tirado en el piso se encontraba el obispo, agitándose bruscamente.
El rey se acercó a ayudarlo y al hacerlo pudo ver que sus ojos se habían tornado blancos.
De pronto, el obispo dejó de moverse, por lo que parecía muerto. El rey se quedó incado frente al cuerpo, y acercó su mano a su cara, de pronto, el obispo lo tomó del brazo y se acercó a su oreja susurrando

-Braeth, oh Braeth. -Dijo el obispo con una voz demoniaca.
-Tus actos han ido demasiado lejos, has matado, has traicionado y no solo a tu capitán, te has traicionado a tí mismo. Mi buen hombre, mi buen rey, ya no hay vuelta atrás.
Has cambiado, te volviste oscuro, un asesino, te volviste mío.

Braeth estaba paralizado del miedo, un sudor frío le recorría la espalda y un aliento seco entraba y salía de su boca. Y lo que escuchó después lo dejó sin palabras.

-La muerte ahora es inevitable, solo es cuestión de tiempo para que vuelvas a mí.
Cuando el fuego del este se propague y puedas verlo a tus pies sabrás entonces que van a por tí. Un hombre con la furia de mil de mis demonios tomará tu vida, pero en tus manos queda si lo dejarás ir o lo arrastrarás contigo al infierno, de igual manera, yo obtendré lo que quiero.

Nos vemos pronto.

-Cuando el obispo terminó de hablar, soltó al rey del brazo y cerró los ojos.
Braeth se puso de pie, sus brazos y piernas temblaban, y sus ojos miraban directamente al piso.

En poco tiempo, alguien lo atacaría, no sabía cuando, o quién, pero de lo que estaba seguro, es de que sus días estaban contados.

KEZIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora