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La conciencia de TN se mantenía en un estado de plena alerta, a pesar de que sus párpados pesaban como si estuviesen cargados con plomo. Sus manos, completamente entumecidas, pendían inertes a consecuencia de la constante y forzada postura elevada en la que se encontraban debido a los grilletes que las sujetaban a la helada muralla tras la cama. La sensación gélida de la piedra contra sus muñecas era un recordatorio constante de su aprisionamiento, un tormento sutil pero persistente.

Había perdido toda noción del tiempo. El hombre de cabellos oscuros, su carcelero, había tomado la precaución de colocar cortinas gruesas y opacas que bloqueaban por completo la entrada de cualquier rayo de luz, sumiendo el cuarto en una oscuridad perpetua y confusa. Esta falta de luz natural había creado un estado de desorientación en TN, quien no podía discernir si era de día o de noche. ¿Cuánto tiempo había pasado desde su captura? ¿Horas? ¿Días? La incertidumbre era una tortura en sí misma, alimentando su angustia con cada momento que transcurría sin respuesta.

Pensamientos intrusivos comenzaban a invadir su mente, atormentándola sin cesar. Cada intento de movimiento resultaba en un mero temblor de su cuerpo, una vibración que reflejaba su debilidad extrema. Se sentía débil, casi desvanecida, y podía razonar que la combinación de la privación de alimentos y el estrés constante estaban pasando factura a su salud física. Su cuerpo comenzaba a mostrar signos de deterioro, un proceso lento pero inexorable que amenazaba con quebrarla por completo.

TN sabía que debía recomponerse. El hombre de cabellos oscuros no era alguien con quien se pudiera jugar; cualquier error, cualquier movimiento en falso podría costarle caro. Necesitaba pensar con claridad, con frialdad y calculando cada uno de sus pasos. En ese momento, más que nunca, la sobrevivencia dependía de su capacidad para mantener la mente aguda y el espíritu indomable, a pesar de las cadenas que la mantenían prisionera.

Como un susurro apenas perceptible, TN escuchó el sonido de la puerta abrirse, seguido de unos pasos firmes y decididos que resonaban en el suelo de la habitación. Era él. Un escalofrío recorrió su espalda, una sensación que fue seguida rápidamente por un aumento del ritmo cardíaco, producto de la adrenalina y el terror que le provocaba la presencia de aquel hombre desconocido pero temido.

Preciosa mía... Ya es hora de que comas algo. No quiero que enfermes. —La voz grave y profunda resonó en la habitación, cargada con una preocupación fingida que apenas lograba enmascarar su verdadero propósito.

Tengo otros planes para ti, no puedo permitir que te enfermes. —Murmuró, su tono insinuando oscuras intenciones. La joven, con esfuerzo, abrió los ojos, que reaccionaron dolorosamente ante la luz. Tras unos segundos, logró adaptarse y, al ver a aquel hombre tan próximo a la cama, se encogió en su lugar, reuniendo la fuerza necesaria para arrinconarse más en su pequeño espacio.

Líbreme... libérame, mis manos —Musitó la joven, posando su vista en la bandeja oscura de plástico que el hombre sostenía. Contenía una taza de café, trozos de fruta y un pequeño sándwich. —Mis manos ya no las siento, por favor, sácame estas cadenas, —Suplicó, desviando la mirada de la bandeja. Mentiría si dijera que no moría de hambre; aquel bocadillo comenzaba a matarla, ansiaba desesperadamente un solo bocado.

No te liberaré, no insistas— Respondió el hombre de cabellos oscuros con voz áspera mientras se sentaba al borde de la cama y colocaba la bandeja en el regazo de la joven. —Tengo tiempo, así que yo te daré de comer, no hay necesidad de liberarte. —Los tonos de voz del hombre, que se llamaba Park, cambiaban junto con sus expresiones, lo que despertaba un terror profundo en TN. Si era tan voluble en una conversación banal, ¿cómo reaccionaría en una situación más crítica?

Resignada y temerosa de cualquier reacción de Park, TN accedió a sus acciones. Se acomodó un poco en la cama, soltando un quejido ante el roce de los grilletes en sus muñecas. Su semblante era sombrío y su mirada vacía mientras se dedicaba a comer lentamente. Se concentró en beber el agua que Park le había alcanzado, sintiendo su boca reseca, evidenciado por sus labios agrietados. Permanecieron en aquella incómoda escena durante unos cinco minutos, hasta que el sonido neutro de un teléfono interrumpió el silencio opresivo del lugar.El drástico cambio en la expresión de Park le dio a entender a la joven que se trataba de un asunto delicado. TN observó atentamente la situación, intentando descifrar los pasos siguientes del hombre. Su atención se desvió cuando vio que Park se levantaba de la cama, y una chispa de esperanza se encendió en su interior al notar que él sacaba un par de llaves de su bolsillo.

Susurros de un encierro "Jimin y Tn"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora