Caminaba una noche por la ciudad más importante en el pasillo del nuevo continente.
Caminaba mientras me balanceaba de un lado a otro, estaba algo mareado y me dolía la cabeza, estaba bastante estresado por el viaje del fin del mundo al centro de éste, por ya no poder ver las luciérnagas en el cielo nocturno.
Todo es blanco y negro, monótono por el sonido de los animales mecánicos.
La cabeza me ardía, era como un volcán a punto de hacer erupción, estaba moribundo, me sorprendía estar de pie aún, mi cuerpo se comenzaba a entumecer y mi piel comenzaba a tornarse pálida. El sonido de los animales se escuchaban bastante cerca y me resonaban en los oídos, me sorprendió al ver a un animal gigante pasar muy cerca de mí, tanto que pude ver la brisa acariciar mi cuerpo, el animal gruñó muy fuerte y eso comenzaba a molestarme dentro de mi cabeza, solo quería llegar a un sitio que no fuera ese lugar.
Luego de una horas la ciudad que nunca duerme era bastante ruidosa y luminosa, los faros que se ubicaban en los caminos de la tierra gris se asemejaban al sol e iluminaban por completo la ruta, los animales mecánicos iban de un lado a otro sin parar, esos sonidos y esas luces me mareaban.
A medida que continuaba mi caminata logré divisar en medio de cierto cruce de caminos una silueta bastante armoniosa, era una mujer, de rasgos muy finos, el viento que se hizo presente en el momento perfecto la hacía parecer un ángel que se estaba posando en la tierra, tenia un vestido blanco que rebosaba pureza, era una belleza temible, sus ojos cerrados hacian relucir su finas pestañas encrespadas hacia arriba, sus labios eran perfectos y suaves. Era imposible apartar la mirada de esa escena digna de ser inmortalizada.
Antes de darme cuenta había ignorado el hecho de que estaba en medio de la tierra gris, comencé a caminar hacia ella para advertirle del peligro que esto conllevaba, pero antes de poder hacerlo me vi interrumpido por un ruidoso animal, un muy peligroso animal que estaba por alcanzar a la mujer. Mis piernas no me respondieron y comenzaron a correr sin mi consentimiento, corrieron y corrieron con la esperanza de alcanzarla, era extraño, es como si mi misma naturaleza no me permitiese dejar morir a cierta persona, quería alcanzarla y no estaba seguro del porqué. Para mi fortuna alcancé a empujarla en el último segundo, cerré lo ojos para aceptar mi destino. Habia tenido una buena vida, y al menos la dí para salvar a otra, solo esperaba poder convertirme en una bella luciérnaga que protegiera a las personas de los males.
-Ya puedes abrir los ojos dijo una voz tierna
-¿Eh?
¿No estaba muerto? ¿Había tenido suerte?No entendía cómo es que seguía vivo, antes de cerrar los ojos para aceptar mi muerte ya daba por seguro que no alcanzaba a salvarme por lo cerca que se encontraba el animal.
-Se supone que tenía una cita contigo hace unas cuantas horas, lamentablemente se me hizo algo tarde, bueno ¿Nos vamos?
Ah... Ahora lo comprendo. Estoy muerto.