El Capricho de un Dios Auto-Proclamado

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Erase un lobo blanco que caminaba sobre tierras que hacían sentido a su pelaje, caminaba en la planicie sin compañía, sin una señal de vida a su alrededor salvo los pájaros que llamaban al dios de la muerte.

El lobo se sentía solo, se sentía abandonado mientras miraba hacia el crepúsculo del anochecer, junto a las estrellas que lo guiaban.

El lobo también veía mucho a las estrellas, las veía mientras trataba de buscar a sus compañeros, las mirabas mientras que bajo la luna cantaba.

El se sentía solo y estaba solo, pero estaba acompañado, esperaba compañía, con la esperanza de que si seguía avanzando un poco de compañía estaría con él.

Avanzó durante mucho tiempo y nada encontró, esperó por mucho tiempo y nada llegó, miró hacia atrás muchas veces y nadie le seguía, nunca encontró nada.

Absorto por la frustración, la pena y la decepción, aún conteniendo las lágrimas pues dejarlas caer simbolizaría su derrota, continuó cantando a los cielos nocturnos aun con esperanza, mientras que por las planicies de nube caminaba, cayó exhausto al suelo y los pájaros de muerte aprovecharon para ejecutar "La Ley de la Naturaleza".

El lobo, antes de su último parpadear pudo ver la silueta de la compañía ante sus agonizantes ojos, no estoy seguro del porqué, pero antes del último suspiro soltó una leve sonrisa, una sonrisa que no era de resignación, sino de alivio; entonces lo entendió, él quería algo que no llegaría buscándolo, ya estaba a su lado desde el principio.

Miró fijamente hacia la silueta con el afán de comprobar si estaba en lo correcto.

Entonces le dije: Al fin puedes verme, perdón por hacerte esto, pero lo has hecho bien, ahora has de estar calmo, descansa y reúne te con tus con tus amadas estrellas que siempre estuvieron a tu lado.

El lobo no dijo nada ni se quejó, solo se dejó llevar con la fe puesta en mis palabras y murió con una sonrisa en su rostro.

Fuerte como roble que nunca soltó una sola señal de rendirse.

Sufrió y soportó solo por un capricho mío, y, sin embargo, no se quejó.

Era digno de ser llamado "Un Ser Vivo".

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