Ella me daba miedo. Imponía. Y no era precisamente su genio o su ira lo que me asustaba, no. Lo que realmente me aterrorizaba era su volatilidad. Era una mujer efímera, tratar de retenerla era como tratar de atrapar el humo con las manos. No me permitía a mi mismo quererla, porque sabía que ella se me iba a escapar, no podía dejar que la sensación de vacío en el pecho me acabase matando, pero sin embargo no podía evitar quererla. Lo admito, estaba enamorado, la amaba a ella y a todos sus defectos, incluso a los que me daban miedo, como su inestabilidad. Era una mujer efímera, sublime, inconstante. Era adicta al cambio, aborrecía lo permanente. Sabía que no se quedaría a mi lado y aún así la amé. Y lo que no entendí entonces fue que no me moriría en el momento en que ella me dejase, por que ya me había suicidado solo con comenzar a amarla.
Era una mujer volátil, y como tal se volatilizó, ya sabía que iba a pasar, y aún así no estuve preparado.
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Reflexiones cortas
PoetryPensamientos, sentimientos y opiniones. Microrrelatos, historias y poemas.