CAPITULO 5

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Te encuentras esposado de pies y manos en el maletero de la camioneta, maldices internamente a la mujer de cabello rosado por esto, pero está decidido; la matarías y sonaba desalmado en tu interior lo que pensabas, pero lo disfrutarías, ella es cruel, despiadada, tal como los hombres que mataste una vez por órdenes de otros de igual o peor calibre, pero camuflados bajo el brazo de la ley. Hubo una milésima de segundo que dudaste cuando le mencionaste la palabra amor y viste un reflejo de tristeza, desolación y en la parte más oscura y profunda de sus ojos la vista a ella cubierta por una inmensa oscuridad deseando ser salvada...falsedad, el volver a la sociedad, alejado de las armas y la sangre estaba regresando en ti la parte humana que un soldado, un asesino no puede tener.

Te remueves en el auto buscando la forma de liberarte de esto, pero antes que empieces el portón del maletero se abre siendo los dos hombres que te habían atraído hasta aquí.

––Esta basura morirá pronto –– indica uno de los hombres con sorna y sin dudarlo te da un golpe en el rostro, más adelante se lo regresarías doble.

––Es mejor que pares Arai –– sugirió el hombre de cabellera negra de forma precavida, lo había escuchado de los demás compañeros eres peligroso y no ahí que tentar al demonio a pesar que este estuviera amarrado de pies y manos.

––Eres un maldito cobarde Yamashita no entiendo como entraste a la organización si manifiestas miedo ante una basura como esta –– el mencionado guarda silencio y se aleja para que el hombre llamado Arai continúo golpeándote.

Al estar cansado cierra de nuevo el maletero, escupes la sangre acumulada en tu boca por los golpes y de nuevo vuelves a lo que tenías planeado, esto dolería y mucho, pero era lo menos que podías hacer.

Sujetaste con la mano derecha las esposas y empezaste a sacar la mano izquierda, tal cual cuando te pones un anillo que no es de tu talla y al momento de sacarlo empieza a llevarse tu piel. Aprietas los dientes y empiezas a mover la muñeca para que empiece a salir, la sangre se hace presente sirviendo de vaselina en el proceso final. Unos minutos pasaron y tu mano izquierda fue liberada.

Escuchas los murmullos de la parte externa del carro, al parecer no han podido arrancar el auto y darle fin a tu existencia lejos de esta propiedad. Más allá de las voces de tus dos captores se escuchan otras más, pero de la parte externa de la casa, perfecto la suerte estaba de tu lado, abres el maletero suevamente y tomas un tubo de metal que se encuentra cerca al carro, el llamado Aíra al notar tu presencia, no dudo en ir tras de ti, tus pies seguían esposados y lo único que tenías libres eran tus manos, más que suficiente, lo esperas y doblas tu cuerpo esquivando el golpe y tomas impulso para golpearlo en el estómago con él tubo de metal, el hombre cae al piso y se retuerce de dolor. Tus ojos inyectados por la rabia miran al hombre llamado Yamashita, no querías golpearlo, pero si se atrevía atacarte no tendrías de otra.

––Oye–– Lo llamas, tomando una bocanada de aire –– ¿Lo quieres de manera fácil o difícil?

Yamashita te ve dudoso, ¿qué hacer? Si no te enfrentaba quedaría como un cobarde ante los demás y posiblemente seria despedido por no ser apto para el cargo. El hombre aprieta los puños a sus costados y se lanza hacia ti, sueltas un suspiro, "chiquillo tonto". Piensas antes de desviar el golpe y caer hacia la camioneta, por perder el equilibrio, el hombre toma otro tuvo y se lanza hacia ti, detienes el golpe colocando él tuvo como protección frente a ti, el presiona con fuerza, no lo niegas el chico es fuerte, pero tú lo eres más, das fuerza a tus piernas y te impulsas haca adelante y empujado al hombre hacia atrás. Sin darle tiempo para que reaccione, le golpeas la pierna izquierda haciéndolo arrodillar, sueltas él tubo y lo golpeas con tu puño directo en la cara dejándolo inconsciente.

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