Lo aprendí de ti

Capítulo 3

Lo Aprendí De Ti

El ruidoso canto de un gallo la despertó abruptamente, Zelda se sentó en la cama y miró por la ventana con ojos somnolientos, ni siquiera se asomaban los primeros rayos del sol, ¡era demasiado temprano!, se recostó nuevamente en la cama cubriéndose con la sábana intentando conciliar el sueño una vez mas pero le fue imposible, los gallos seguían con su tortuoso cantar y se habían unido las cabras, incluso alcanzaba a escuchar personas haciendo ruido afuera. Con desgano quitó las sabanas y se levantó, su espalda y cuello le dolían horrible, extrañaba más que nunca su enorme cama de suaves cubiertas, enorme colchón y almohadas esponjosas; sacudió su cabeza alejando esos pensamientos no podía seguir pensando en las comodidades del palacio, estaba empezando una nueva vida ahora.

Una vez que había hecho su rutina de aseo por la mañana se dirigió a la cocina dispuesta a prepararse algo de desayunar, miró por unos instantes a su alrededor considerando sus opciones, solo tenía un único problema... no sabía cómo hacerlo. Repasó los pasos mentalmente, solo tenía que poner un poco de leña, prender el fuego y cocinar algo. Quizás se podría preparar unos deliciosos panecillos de nuez y avena como los que solía comer en su desayuno, lo acompañaría con un poco de jugo fresco, y un poco de fruta, seria delicioso...

Había transcurrido fácilmente una hora desde que estaba parada en la cocina los rayos del sol ahora entraban completamente por las ventanas de la casa iluminando el lugar, y Zelda solo había colocado leña que por algún motivo no quiso encender, no lo entendía, en el castillo estaban encendidas todo el tiempo ¡Y parecía tan sencillo!; se dio por vencida lo mejor sería comprar algo en la tienda.

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Ashei llegó a Ordon para buscar a su tío Rusl, todos los soldados en Hyrule se estaban movilizando para encontrar a la princesa y todas aldeas por pequeñas que fueran debían ser alertadas, afortunadamente lo encontró cuando él iba saliendo de la villa.

-Tío Rusl.

-Ashei que sorpresa, hace mucho que no vienes a visitarnos.

-Lo siento el trabajo en el palacio es absorbente.

-Sí, lo imagino.

Mientras hablaba con su tío, alguien a la distancia llamó su atención, una chica castaña que salía de la tienda batallando un poco para llevar sus cosas en las manos.

-Discúlpeme un momento tío, tengo que hacer algo pero lo veo en un rato más en su casa.

Estaba segura que era Zelda, a pesar de que ahora su cabello era castaño era imposible confundirla, la reconocería en cualquier parte; la siguió con cuidado hasta que vio la pequeña casa donde se metió. Tocó un par de veces y esperó un momento hasta que abrió la puerta.

-¡Ashei!- en cuanto la vio Zelda la abrazó fuertemente, pero así como la había abrazado rápidamente la soltó.

-¿Cómo me encontraste?

-Fue una simple casualidad.

-No me vas llevar de vuelta ¿verdad?- preguntó con miedo y prácticamente se asomó a la puerta para ver si alguien más venia con ella.

-Primero explícame porque huiste de esa manera.

Zelda la invitó a pasar a su casa y se sentaron en la pequeña sala. Le contó lo que había pasado entre Ravio e Hilda, del dolor que sintió al saber que las personas que mas amaba en el mundo la habían traicionado descaradamente.

-Son unos cerdos- Ashei estaba enojada, nunca le había caído bien Ravio y ahora que sabía lo que había hecho su odio era bien justificado. –Pero tú debes hacer las cosas bien Zelda, huyendo y escondiéndote no vas resolver nada, solo dejas que ellos vean tu dolor, debes hacer lo correcto, regresar al castillo y demostrarles lo fuerte que eres, bueno es lo que yo haría.