Mundo Onírico 5: Fatalismo

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Érase una tranquila noche de luna llena en la ciudad de Bonn. El viento no soplaba, ni siquiera se encontraba presente; había en su lugar una suave brisa rebosante de humedad tras la lluvia que arreció aquella misma tarde. El olor a hierba se podía encontrar incluso en el interior de los hogares. Los pájaros cantores estaban escondidos en los nidos de los árboles cuyas ramas cargadas de follaje marcaban el comienzo de la primavera. 

En una casa del Clemens-August-Straße se encontraba Ludwig Freud durmiendo plácidamente en su habitación. Una sonrisa se marcó en su rostro de niño, pues al día siguiente iba a irse de excursión al campo con su colegio. Le encantaban ese tipo de recreaciones, especialmente el momento de subirse en el autobús para tomar asiento y ver como poco a poco se alejaban hacia un nuevo destino. El lugar al que fueran no le incumbía mucho, para él lo realmente importante era  tener la oportunidad de hacer algo diferente. Lo veía casi como un acto prohibido, ¡se supone que ese día debería estar en la escuela! Pero no, era revolucionario, rebelde, se escapaba de allí en busca de aventuras. Su espíritu ansiaba la libertad hasta el punto de la imprudencia. Podría echarse a correr en cuanto viese algo de interés, que el miedo a la desorientación y soledad no serían impedimento. 

Mientras Ludwig dormitaba en la comodidad de su hogar, una sucumbida brisa se encontraba merodeando en el vacío de la calle. De repente, como por un rayo profético que cayó del cielo, esta adquirió vida. Fue invadida por una vitalidad, y no una cualquiera, sino una perteneciente a un cierto niño...

Cuenta la leyenda que la mágica vitalidad de los niños puede llegar a ser tan grande que esta puede abrir una conexión con el otro mundo. Todo ser sobrenatural sabe que la vida y la muerte se rige por un ritual de equilibrio: si un espectro entra en contacto con el mundo de los vivos gracias a un niño, es su deber condenar al niño a residir en el otro mundo. La sentencia dicta que para ello hay que guiarlo a el lugar para que así este libere toda su energía mágica y se restablezca el equilibrio entre ambos mundos. Una vez realizado el ritual, el espíritu es libre de hacer lo que le plazca con su existencia mientras no interactúe con los seres humanos.

El espíritu encarnando la brisa voló en pos de Ludwig hacia el ventanal de su habitación. De un solo soplido hizo que la ventana se abriera por voluntad propia, como si hubiera sido seducida para que cediera a sus caprichos. El espíritu entró con lentitud, pareciese que se detuvo unos segundos para darle las gracias al ventanal. Se situó en frente de Ludwig, observando así al niño que le otorgó la vida. Allí estaba, indefenso, frágil, con una infantil sonrisa sobre su rostro. El espíritu siguió con su plan y sopló sobre el rostro de Ludwig para despertarlo...

Ludwig abrió los ojos, encontrándose así con una joven dama fantasmal cuya piel estaba echa de aire y agua y cuyo color era transparente vidrioso. Su presencia resultaba atractiva, no solo por su linda cara con adorables gafas de intelectual, sino por su olor a rocío que lo impregnaba todo en forma de bienestar. Su edad aparente de dieciséis años conseguía casi duplicar la suya. 

Ludwig no sintió miedo, era imposible temer a alguien con aspecto tan inofensivo y grácil. 

—Hola, Ludwig —dijo el fantasma. 

—Hola... —dijo con cierta timidez— ¿Vienes del cementerio?   

—Sí, me escapé de allí, pero me perdí en la oscuridad... hasta que te encontré —dijo con una sonrisa.

—Vaya, mis padres dicen que desde allí los muertos encuentran un lugar mejor en el Cielo, como ocurrió con Cindy, ¿la conoces? Es mi hermana mayor. 

—Creo que no.

—Mañana tengo excursión, pero a la vuelta puedo acompañarte al cementerio... suelo ir allí a ver la tumba de Cindy y regar sus flores. Si quieres puedo regar las tuyas también, igual eso te ayuda a ir al Cielo.

Los Mundos Oníricos de Ludwig #Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora