La tercera vez que te vi, llorabas frente a un cuenco de sopa.
En la blanca habitación, con la blanca luz de la Luna entrando por la ventana, los blancos muebles amueblando la sala, algo no cuadraba.
Y ese algo eras tú. No pintabas nada allí.
Hacías ascos al plato de comida, pero te obligaste a probarlo.
Una mueca se formó en tu rostro,
las manos soltaron de una manera estrepitosa la cuchara,
y luego vomitaste la poca sopa que habías ingerido.
ESTÁS LEYENDO
Te vi.
Short StoryTe miraba, y no te dabas cuenta. Poco a poco, observándote con cautela, descubrí que estabas rota. Y tú misma me afirmaste que ya no era posible repararte.