La Ministra de Magia

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-Señorita Granger, hay alguien que desea verla.

Miré a Ethel.

-¿Ahora? Tengo muchísimo trabajo pendiente y no tenía acordada ninguna reunión...

-Dice que es urgente.

Suspiré. Siempre era urgente. Nunca podía esperar.

-Está bien. Dile que pase.

Ethel salió de mi oficina y volvió a entrar unos segundos después.

La acompañaban un tipo alto y fornido y... Oh, no. No, no, no, por Merlín.

Jamás olvidaría ese cabello pelirrojo. Ni esos brillantes ojos azules. Ni esos brazos fuertes que me habían sostenido tantas veces mientras crecía. Ni esos labios que no habían dejado ninguna parte de mi piel sin recorrer.

De repente pareció hacer más calor. Tuve que ponerme de pie para estrechar la mano del tipo fornido. Dudé unos instantes sobre qué hacer con la otra persona.

Él solucionó mi problema tomando mi mano e inclinándose sobre ella para besarla. Sentí un hormigueo en mi piel y en el estómago.

-Buenos días, señora Ministra.-Saludó el tipo fornido mientras yo trataba de reponerme de la impresión que me había causado verlos allí.

-Buenos días.-Saludé.

-Es un placer conocerla. Mi nombre es Warren Jones y soy el nuevo Jefe de Aurores. Él es...

-Sé quién es.-Dije.

No debería haberlo dicho así, Jones levantó ambas cejas y me miró extrañado, pero no pude evitarlo.

-El señor Weasley me había mencionado que se conocen.

-Sí.

Ron me miró fijamente. Ignoré su mirada y la fijé en Jones.

-No es importante.-Dije.-Por favor, continúe. Tengo poco tiempo libre.

-Lamento haber venido sin avisarle pero es un asunto de extrema importancia. El Jefe de Seguridad Mágica falleció en una misión con los aurores ayer. Nadie lo sabe aún.

Parpadeé.

-¿Dean Thomas?

-Sí.

Lo lamentaba por su esposa y sus hijos... Últimamente ser auror era el trabajo más peligroso que había... Incluso para los más poderosos y fuertes.

-Oh. Eso es un gran problema.-Dije.

Diablos, sabía todo el trabajo extra que tendría que hacer si me faltaba un Jefe de Departamento.

-Le agradeceremos su discreción... Aún no sabemos exactamente la causa de su muerte.

Asentí. Estaba acostumbrada a no compartir información con nadie.

-Desde luego. Comprendo que se trata de algo sumamente importante, y con más razón, debe comprender que tengo mucho más trabajo si me falta un colaborador. Le ruego que se retire y solicite audiencia para otro día.

-No es posible, señora Ministra.

Suspiré y mordí mi lengua. Aurores. Ninguno iba al grano.

-Necesitamos tratar este asunto hoy sin falta.

-Puede regresar más tarde.-Dije.

Quizás si volvía más tarde, Ron no vendría y mi cabeza dejaría de jugarme bromas y de recordar los momentos que habíamos vivido juntos.

-De acuerdo. Pero recuerde que tomará tiempo.

-No se preocupe por eso.

-Hay otra cosa más. Creemos que su oficina está siendo vigilada... Tendremos que realizar la reunión en otra parte.

-Podemos ir al Caldero Chorreante.-Sugirió Ron.-Es el restaurante favorito de Hermione.

Mis mejillas tomaron color.

-Yo no creo que...

-Está decidido.-Dijo Jones.-La veremos esta noche, señora Ministra. A las nueve en punto.

Él se dio media vuelta y salió por la puerta.

Un silencio incómodo se apoderó del ambiente.

-¿Qué es lo que quieren?-Protesté.

Ron sonrió. Mis rodillas temblaron de forma patética.

-Verás esta noche.

Él se acercó a mí. Traté de alejarme dando dos pasos hacia atrás pero tropecé y caí, empujando a Ron, que cayó sobre mí.

-Lo siento.-Dije.

Él me miró fijamente a los ojos y desvió su mirada a una parte insinuante de mi escote.

-Perdona.-Dije.-Mi rostro está aquí.

-No vería nada que no he besado, de igual manera.-Dijo inclinándose sobre mí.

Traté de ponerme de pie pero me lo impidió.

-Te ves bien.-Dijo sonriendo mientras me recorría con la mirada.

Me esforcé por moverlo y ponerme de pie, pero acabé sujetando el cuello de su camisa para no caerme otra vez.

Estábamos tan cerca... Mi estómago molestaba y mi cabeza comenzó a recordar a toda velocidad, escenas cada vez más calientes y eróticas.

Traté de no sonrojarme, pero no lo logré.

-Te ves adorable cuando te sonrojas.-Susurró en mi oído.

Su cercanía amenazó con derretirme el estómago.

-Quítate.

-No lo haré...

-¿Señora Ministra?

Era la voz de Ethel, mi secretaria. Diablos.

Ron se levantó y me tendió una mano. De mala gana, la tomé para incorporarme.

-Tengo que irme. Lamento haber tropezado con usted, señora Ministra, sepa disculparme.-Dijo Ron tomando mi mano para besarla otra vez.-Nos veremos luego.

Observé cómo se marchaba y suspiré profundamente.

Ethel me miró.

-Por favor, tráeme un poco de agua fría.-Pedí.-Necesito continuar con mi trabajo.

Idiota pelirrojo [Romione]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora