El hilo rojo

Encuentro

Emily la tenía en sus brazos, acorralada y sin ninguna escapatoria.
Sofía temblaba de miedo y a la vez de placer, sus respiraciones se elevaban cada vez más, haciendo que el lugar empezara a tornarse húmedo.

¿Qué estás haciendo? ¿Quien te crees que eres?  Avanza y sueltame! -decía sofía mienttas forcejeaba-

No hay nadie que te pueda ayudar a salir de esta -decía emily mientras desabrochaba su camisa y la apretaba con más fuerza- , no tienes escapatoria...muy bien...ahor-

Lo que decía fue interrumpido por una voz, no era para nada familar, con algo de preocupación y enojo exclamó;

"¡Sueltala ya!"

Emily se separó del cuerpo de sofía, ya algo exhausto de tanto forcejeo.

Salió afuera y vio a esta chica, nunca la habia visto. Su mirada estaba llena de rabia y sus ojos brillaban más que las mismas estrellas.

Era de tez blanca, pelo riso, algo alta, parecía un tomboy, tenía un jacket negro, mahones negros y vans. Sus ojos eran color marrón, algo grandes, aparte de eso tenía una mirada penetrante, las palabras no eran necesarias para expresar qué tan bonita era. Labios color carmesí, lo suficientemente carnudos para morder mientras se besaban, una curvatura perfecta, era muy, muy bonita, en todo su aspecto.

Me has interrumpido, hablaba con mi novia, ¿sabes?

-dijo emily furiosa-

Sofía permaneció callada, cuando se dio cuenta que su camisa andaba toda abierta dio un leve brinco y se viró para así poder cubrirse, estaba avergonzada, el único pensamiento que instantáneamente podía aparecer por su mente era; "tragame tierra".

Quisiera que por favor te largaras.

-dijo emily mientras la miraba de arriba a abajo-

Además, ¿podría saber quién eres? Tras de que me interrumpiste, no sé ni cual es tu nombre.

La chica ignoró por completo las palabras de Emily y caminó directamente hacia Sofía, la miró por todos lados, la tomó de la mano y le preguntó con un tono de voz algo áspero y serio;

¿Estás bien? ¿Que te ha hecho ella? Dimelo y en estos mismos instantes le parto la cara.

Sofía se quedó anonadada, abrazó a la chica con ternura, agradecimiento, calidez, y susurrándole al oído le dijo; "solo salgamos de aquí, por favor..."