Calidez

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Sam reaccionó y junto con Sofía se levantó del suelo, dejando a Emily tirada y con la cara destrozada.
Sus ojos estaban gravemente hinchados, su nariz se mostraba rota y pequeñas lágrimas salían de sus ojos, las mismas mezcladas con sangre.

T-tú...—emily murmuró—

Eso te pasa por perra, maldita! —Sam escupió ligeramente la cara de Emily y salió de la cafetería con Sofía—

Su cara mostraba furor, pero no tan solo eso, también repulsión.

Salieron de la cafetería lo más rápido posible, Sam tenía tomada de la mano a Sofía, todos las miraban, con cara de asco y decepción. A causa de esto, Sofía intentó soltarse de la mano de Sam, pero mientras más lo intentaba más Sam la sostenía, y dolía.

—Sofía murmuró— ¿Acaso no ves cómo nos están viendo? ¡Sueltame Sam!

Trataba de soltarse cuando de repente Sam la tomó de ambas muñecas, la miró fijamente y le dijo; basta, por favor, sólo quiero ayudarte, entiendes?

Sam la calmó y con delicadeza recogió el cabello que impedía ver los hermosos y grandes ojos marrones de Sofía, los puso detrás de su oreja y acarició su mejilla con añoranza.
Pudo percibir como en su mano, la mejilla de Sofía se volvía tenue y de un hermoso color escarlata.

Te ves bonita llorando, y lo que me dijiste en aquél momento, necesitaba esas palabras, me has dado impulso, sabes?

Espera, ¿qué...? Sa-

Sam la interrumpió y de un agarre la tomó en sus brazos.

El tiempo paró

Sofía se sintió en el paraíso, aquellos corpulentos brazos la tomaban, con firmeza pero a la vez como si tomaran algo querido, algo querido inmensamente.
Acercó su cabeza despaciosamente al pecho de Sam y escuchó como su corazón emitía latidos, muy fuertemente.
Era algo hermoso.
Miró hacia arriba y miro el perfil de aquella chica quien la había protegido, tan tosca pero a su vez tan amable.

Cuando salió del suceso confuso en el cual se encontraba, miró a su alrededor y se encontraba en una calle desconocida.

Aquella calle se mostraba plena de árboles y flores, estaba llena de vivacidad, el aire que se respiraba era casto y refrescante.

¿Adonde me llevas?
¿Adonde estoy? —preguntaba con temor e inseguridad —

Te llevo a casa, necesitas descansar.

Pero y m-

-Ropa? No te preocupes, tengo demás en mi casa.

Estuvieron en silencio durante el camino restante.

Llegamos.

Sam se inclinó y dejó que los pequeños pies de Sofía tocaran el suelo.

Entra, mi mamá ha de estar haciendo compras y no llega hasta muy tarde.
¿Tienes hambre? ¿Qué quieres de comer?

Sofía se sorprendió por tal atención. Nunca se había sentido tan importante para alguien.

Sí, tengo hambre, no llegué a comer nada, iba a hacerlo cuando...

-Ya, ya lo sé, disculpame por no haber llegado antes...
Bueno, iré a buscar ropa, jabón y una toalla, ahora vuelvo.

Está bien. —Sofía asentó y se sentó en una silla que estaba detrás de ella—

Comenzó a pensar qué haría el día siguiente, cómo se escondería de las chicas y especialmente...porqué la odiaban tanto.

Lágrimas fluían de sus ojos, se sentía dolida y dañada.

De repente sintió una mano cálida posándose en su hombro, era la mano de Sam.

-Ve a bañarte, he dejado tu ropa y lo demás en el baño, también coloqué velas aromáticas, quédate el tiempo que quieras, yo mientras, estaré preparando pasta, te gusta el fetuccini, cierto? Es mi pasta favorita, hace tiempo no la preparo, qué le hecho, ¿pollo? ¿O qué prefieres tú?

Sonrió ante mi, su sonrisa era cálida, definitivamente me sentía como en casa.

Gracias por lo que haces por mi, Sam.
Sofía se entregó a los brazos de Sam y fuertemente la jaló hacia ella, quería sentir su calor, quería sentir que por primera vez, alguien cuidaba de ella.

Sam acarició su cabello y posó sus labios sobre su cabeza, dejando un entrañable beso.

El hilo rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora