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Entonces fuí por ti.

Al llegar al aeropuerto te despediste de algunos compañeros, te subiste a mí auto y me saludaste con un beso en la mejilla y un abrazo.

—¿Me podes prestar el volante?

—Claro, dejame lo saco de su lugar. —mi sarcasmo se hizo presente.

Reiste.

¿Eh dicho que me encantaba tu sonrisa?

Sana Mis HeridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora