-Momento del vals-

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El coche se detiene frente al gran palacio ubicado en el centro de Moscú. Christoph se baja sin decir nada, luego toma mi mano y me ayuda con el vestido. Recojo mi estúpido ramo al salir y cuando sé que debo dar gracias, no lo hago.

Es mi esposo, tiene que hacerlo, debe ser amable. Además, aún sigo enojada. Sé que siempre será así, este hombre logra sacarme de quicio. ¿Qué pasó con el guapo y sonriente empresarios que se encontraba en la oficina de mi padre unos meses atrás?

Daria, nuestra organizadora de eventos, sale corriendo del interior del lujoso hotel con una carpeta entre sus manos. La veo cansada, pero sonriente. La iglesia estuvo hermosamente decorada para la ocasión.

— ¡Al fin llegan! —exclama abrazándome. Finjo la mejor sonrisa en mi rostro y acepto su agradable saludo, luego repite la misma acción con Christoph y este sonríe complacido. Frunzo el ceño ante la inquietante idea de pensar que ella se ve bonita.

La observo de arriba hacia abajo con desaprobación.

Luce tacones altos, largas piernas, un vestido crema, ajustado, con un escote que deja ver la línea de sus senos y el pelo ondulado le cae alrededor de los hombros.

— ¡Vamos a ver el salón! —exclama tomándonos a ambos del brazo, mientras que nos arrastra escaleras arriba—. Todo ha quedado hermoso, es muy elegante y además tiene el toque femenino que querías, Aleksandra. Las mesas, las sillas, todo se ve estupendo y el pastel tiene cinco pisos, justo como deseabas, Christoph —murmura alegremente.

Frunzo el ceño y miro a Christoph con el ceño fruncido. ¿Cinco pisos? ¿Para qué tantos?

— Me gustan los pasteles —comenta cuando nota que lo miro.

— Sí, y también te gustan las tetas de esa —digo en un susurro señalando con la cabeza a la rubia que va delante de nosotros con prisa. Él sonríe y me mira de reojo.

— ¿Celosa, Señora Becker? —pregunta con descaro y me rio de inmediato.

— En absoluto —respondo con desprecio y acelero el paso.

La rubia camina demasiado rápido y no parece recordar que llevo un vestido de casi cinco kilos encima.

Mientras que nos movemos, él acorta la distancia entre ambos y posa sus labios sobre mi oreja. Me paralizo por dentro, pero sigo concentrada en el ruido de mis tacones sobre el piso.

— Apuesto que tus senos deben ser mucho más hermosos, cariño —susurra con una sonrisa traviesa.

Oh, no. No funcionará conmigo, soy más lista.

— No es necesario que lo digas, eso ya lo sé —respondo rápidamente.

Lo dejo con la boca abierta, y la imaginación activa. No se esperaba esa respuesta.

Seguimos caminando por el interior del hotel que está completamente vacío, reservado únicamente para nosotros y los familiares alemanes de Christoph, que pasarán la noche en el lugar, todo se ve imponente.

— ¡Ya llegamos! —exclama la morena delante de las puertas caoba.

Christoph toma mi mano rápidamente y ambos sonreímos. Debemos parecer emocionados.

— Quiero que te sorprendas —me dice suavemente.

Esta vez no protesto, solo cierro los ojos, camino hacia delante y escucho como las puertas se abren. Mis tacones resuenan sobre el suelo y escucho una agradable música de fondo. Christoph quita sus manos de mis ojos y al abrirlos me quedo sin habla. No tengo palabras suficientes para describir lo que veo. Todo esto es... No sé qué decir.

Desde lo mas profundo. ÚNICA 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora