-La fiesta-

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Llega la noche y, por lo tanto, la fiesta de la empresa. Ya estoy vestida y sonrío al verme al espejo. Hice un gran trabajo con mi cabello.

Christoph aparece en la habitación con un impecable traje azul oscuro que le sienta bien. Me hago la indiferente, pero su presencia se percibe en el dormitorio. Lo veo por el reflejo del espejo y está observándome en silencio como siempre los hace.

Camino por el cuarto mientras que recojo mi labial y algún que otro objeto personal para colocarlos dentro de mi bolso de mano. Tomo mi teléfono y doy un último vistazo a mi aspecto. Estoy hermosa...

— ¿Estás lista?

Me volteo en su dirección, pero no respondo a su pregunta, entro al baño y luego de unos minutos salgo nuevamente. Él sigue en la misma posición que antes, apoyado contra la pared con los brazos cruzados.

— ¿Usarás el collar de diamantes que te regalé? —me cuestiona señalando el estuche de terciopelo que reposa sobre la cama.

— Es demasiado para éste vestido. —digo despiadadamente.

— ¿Por qué actúas así conmigo?

— Lo mismo me pregunto yo con respecto a ti —le respondo

Él suspira y luego sale de la habitación sin decir nada. Se molestó y no me importa.

Espero unos minutos más y luego bajo las escaleras. Christoph y su tío esperan impacientes por mí y cuando llego toma de mi mano. Ignoro su mirada enfadada y me dedico a oír los miles de elogios por parte de Anton.

— ¡Hermosa! ¡Bellísima! —dice observándome detenidamente.

— Gracias —murmuro avergonzada.

— Tienes como esposa a la mujer más preciosa que he visto, sobrino —exclama en dirección a Christoph que aún no ha dicho nada.

— Lo sé tío. Es hermosa —dice clavando sus ojos en mí. Me siento incómoda por un momento, pero no aparto la mirada. Anton sonríe al vernos y después observa el reloj de su muñeca.

— Debemos darnos prisa, se nos hace tarde.

Christoph toma mi mano como siempre lo hace cuando hay gente y luego de que su tío cruce la puerta, me detiene.

— Cambia esa cara al menos por unas horas —me pide aún molesto. Lo destruyo con una mirada y suelto su mano. Doy un paso al frente y él me toma del brazo con delicadeza—. No te comportes como una niña, Aleksandra.

— Entonces tú compórtate como un hombre —digo enfadada, y bajo las escaleras de la entrada hasta el coche que nos espera.

Llegamos al lugar situado en el centro de la ciudad y una demasiadas personas nos espera en la entrada. Hay fotógrafos y periodistas. Es una de las noches más importantes de mi vida. Mañana mi rostro estará en todos los periódicos de Moscú.

Christoph me ayuda a bajar del coche y nos colocamos las máscaras de felicidad total. Él me besa en los labios cuando la puerta del automóvil se cierra y solo siento los flashes de las cámaras que se disparan en mi dirección.

Periodistas hacen preguntas a los gritos mientras caminamos hasta la entrada del hotel. Sonrío, sonrío y sonrió una y otra vez. Soy feliz, muy feliz. Eso tengo que decírselo a mi cerebro y hacer que me crea.

Mi esposo toma mi mano cuando entramos al salón dorado. Hay muchísima gente, más de seiscientas personas, y por lo visto somos los últimos en llegar, eso quiere decir que perderemos mucho tiempo saludando a empresarios.

Desde lo mas profundo. ÚNICA 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora