❅| 1 |❅

3.1K 263 19
                                    

*Escuchar con música.

«Nacido de aire frío, el invierno y la lluvia de la montaña. 

Huelga para el amor y huelga por temor, 

has de tener cuidado con el corazón helado».


* * *

La noche en la que Harry nació, nevaba. Los ancianos del pueblo habían predicho que aquel era el peor invierno que había azotado al reino. En el castillo al borde del gran risco la reina era víctima de un dolor agónico entre las sábanas. Las comadronas corrían por toda la habitación desesperadas, había un frío tal que ni la chimenea representaba algún consuelo. La mujer que paría temblaba y sus labios comenzaban a tornarse violáceos, no sabían cómo hacerla entrar en calor.

Una mujer bonachona se asomó a la ventana, esculcando entre la blanca ventisca su salvación. A lo lejos, de las colinas se veían bajar caballos al galope que se acercaban al pueblo con paso presuroso. El rey Potter, un hombre de cabello azabache con mucha gomina para mantenerlo en su lugar, pero que el viento se empeñaba en alborotar, ceñía los ojos tras sus gafas de montura redonda, la tormenta era poderosa. Dirigía la marcha que se lanzara a por el hechicero del risco, un anciano que, según se rumoraba, había vivido con los elfos antaño obteniendo sus dotes de magia de ellos. Y en ese momento su esposa lo necesitaba. 

Sin mayor contratiempo irrumpieron en la tranquilidad pueblerina, directo al castillo imponente que se alzaba frente a ellos, surcando el camino serpenteante hasta las rejas que le protegían, los adoquines emitían un sonido constante al chocar contra los cascos de sus monturas. Corrieron hasta la habitación y al entrar, el jadeante pecho del rey se paralizó. Su esposa daba las últimas pujadas para dar a luz. 

Pero ningún llanto sonó, ningún gimoteo siquiera. Todos temieron lo peor.

La madre, pelirroja cual centella, cayó inconsciente al poco tiempo vencida por el cansancio. Enseguida se apresuraron a cubrirla para mantenerla caliente. La comadrona más vieja se acercó con el bebé en brazos, su expresión rota y cansada lo decía todo. 

No estaba vivo.

James sintió las lágrimas arremolinarse en sus ojos castaños y lo sostuvo cerca de su pecho de forma protectora y agónica. Su pequeño, de pelusita negra, tenía la piel fría y casi transparente. Parecía un muñequito de juguete precioso y dormido. Intentando ser fuerte, se volvió hacia el hechicero. 

—¿Hay algo que pueda hacer? —Su voz sonó ronca y dolorosa. 

El anciano, que sentía una gran pena por él, miró al pequeño con los ojos brillantes y misteriosos. Eran azules, casi tanto como el océano más allá del risco. Pasó una mano por el diminuto cuerpecillo, como acariciándolo sin llegar siquiera a rozarlo. Su palma brilló tenuemente con una luz azulada. 

—Está congelado —Concluyó con gravedad. 

El rey miró a su vástago y luego a él.

—¿Puede...?

—¿Descongelarlo? —Completó—. Por supuesto. 

La esperanza brilló en los ojos de todos los presentes como una llama, desde las comadronas hasta la marcha que había acompañado al rey. Todos le eran sumamente fieles, sus reyes eran los más grandes, generosos y benevolentes. En su reino no había pobreza ni carencia, y el nacimiento del príncipe había sido tan esperado. 

Corazón HeladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora