Y cada noche, con el pasar de las vacías horas que solo ingestan mi alma lúgubre y desolada,
yo me rompo y lloro cual vástago abandonado, pues mi corazón, frágil y ligero como la pluma
de un ave, sufre con cada latido.
Un dolor ha oprimido mi pecho como arrebatándome hasta el mas profundo suspiro que me
resta, mis rodillas se han debilitado hasta genuflexionarme y mis huesos se quebrantan con
el viento. La muerte pisa mis talones.