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DOS AÑOS DESPUÉS...


Una hermosa azabache se encontraba tumbada a la orilla de la piscina de su hogar. Desde hacia un poco mas de un año que Inuyasha le había rogado que se vaya a vivir con él y ella, que nunca podía decirle que no, lo había consentido. 

Pero desde hacia unas semanas que su humor no era el mejor. 

De un momento a otro podía pasar de reír a llorar como si se le hubiese muerto su perro. Y no comprendía porque. Y, como siempre, su pobre ángel pagaba por su mal humor. ¿Como no amarlo, si soportaba todo como el mejor de los guerreros? 

Cada día lo amaba mas y mas, y sabia que no había vuelta atrás para eso. 

- Tendrás que controlarte un poco, Kaghome - Se regaño ella misma, distrayéndose cuando su celular sonó - Seguro es mi ángel - Murmuro con una sonrisa bobalicona en el rostro. 

"Mi princesa, levanta el jarrón de la entrada, hay un pequeño regalo para ti. Te amo ♡"

Luego de leer ese mensaje, su corazón comenzó a latir con fuerzas. Se coloco su bata y corrió hacia la entrada de la casa, levantando el jarrón blanco con arabescos azules, encontrándose con una nota rosa. 

La tomo entre sus manos, leyendo que tenia escrito con la caligrafía perfecta de su amado. 

"Pequeña, sabes que desde el primer día que te vi, que charlamos y nos perdimos entre las sabanas me llamaron mucho la atención la perfección de tus uñas, y se lo mucho que amas mantenerlas impolutas. A las 4 de la tarde tienes cita en la casa de belleza de Fatima. Aprovecha tu día libre al máximo. Siempre tuyo. Inuyasha. "

No pudo evitar la sonrisa bobalicona que se le pinto en el rostro y, abrazando ese diminuto pedazo de papel, comenzó a caminar hacia su habitación. Necesitaba darse una ducha antes de salir hacia el salón de belleza mas exclusivo de la ciudad. Si hasta tenias que pedir un turno con meses de anticipación solo para una limpieza facial. Definitivamente, Inuyasha nunca dejaría de sorprenderla. 

A las 4 de la tarde en punto estuvo presente allí, donde la llamaron para sentarla en un cómodo sillón, donde podía sumergir las uñas de sus manos y sus pies. Dos chicas comenzaron a masajear sus extremidades, colocándole todo tipo de cremas y perfumes. Se sentía como la realeza. 

- Señorita, ¿De que color quiere que las uñas? - Pregunto amablemente una jovencita de cabellos dorados, que le sonreía con mucha simpatía. 

- Rojas, por favor - Ella solo asintió con la cabeza y junto con su compañera comenzaron a pintar las uñas de la azabache. En menos de 30 minutos, ya estaba completamente lista - Quedaron preciosas. Muchas gracias. 

- No hay de que, señorita - Una vez lista ambas jóvenes se retiraron, pero antes de que Kaghome pudiera irse, la mujer de recepción se acerco a ella. 

- Kaghome, dejaron esto para ti - Le estiro su mano con otra nota igual a la primera, logrando que las mejillas de la azabache se coloreen. De todo lo que era capaz ese hombre. 

"Si te conozco como se que te conozco, seguro pintaste tus uñas de rojo. Ese color queda tan bien con tu piel. Si adivine, me debes un regalo que yo mismo elegiré, pero por ahora, tienes que irte al Palacio Jakotsu, donde podrás elegir el vestido que a ti mas te guste. Luego de eso, tendrás mas noticias mías. Como siempre, tuyo. Inuyasha."

Con una aun mas grande sonrisa, Kaghome tomo su mochila corriendo hacia la salida. No podía esperar a encontrar el outfits perfecto para que Inuyasha babee aun mas por ella. Sabia mas que bien que una mujer era mucho mas que solo ropa bonita, pero consentirse de vez en cuando no estaba mal. 

Arreglando corazones ღDonde viven las historias. Descúbrelo ahora