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Por toda la casa se oían gemidos, gritos y gruñidos, provenientes de la habitación del peli negro, el cual estaba disfrutando de una maratón de sexo con esa azabache, que lo complacía tan bien, que lo creía un sueño. 

No solo se movía espléndidamente, si no que disfrutaba del sexo en todas sus variables, con juguetes, suave, salvaje, rudo. Verdaderamente, no podía quejarse. Y menos aun, al sentir sus curvas bajo su cuerpo. Su uniforme no le hacia justicia alguna a su sinuoso cuerpo. Sus pechos rebosaban entre sus manos, sus caderas eran redondeadas, y su vientre, plano y pulcro, lo tentaba a morderlo y marcarlo. Pero lo que mas llamaba su atención, eran sus piernas firmes y largas, que enredaba en sus caderas, o que la mantenían firme sobre su colchón, cada vez que ella lo montaba. 

- Inu... - Volvió a gemir la azabache, al sentir como él le proporcionaba una nalgada sobre su firme trasero. 

De todo lo que había probado, tenerla recostada boca abajo, con solo una almohada bajo su vientre y sus piernas dándole lugar a él, era lo que mas le gustaba. Ya que podía acostarse sobre ella y besar su nuca, o su cuello. Y si lo deseaba, podía tomar sus caderas y lograr que ella se coloque en cuatro, para bombear con mas fuerzas contra su pequeño cuerpo. 

Habían pasado cerca de cinco horas, y lo habían hecho en todo lugar de su habitación, y en la ducha también. Se suponía que se asearían e intentarían dormir un poco, ya que ambos estaban algo cansados, pero allí se encontraban, como dos animales salvajes solo siguiendo su instinto. 

- Vamos, pequeña - Gruño sobre su oído, escuchando un gemido largo y extenso como respuesta. 

- Mas - Rogó, apoyando sus manos sobre el colchón al sentir como ese semental tomaba sus caderas para pararla. Rodeo su vientre y lo sentó sobre él, sin despegar su espalda de su pecho. 

Hacia mas tiempo del que podía recordar, que no tenia tanto sexo seguido, y la verdad que no se quejaba. Si, su vagina estaba mas sensible de lo normal, pero no podía resistirse ante él. Era todo hombre, todo musculo, todo Adonis, y su pene, por el Ángel, que no había visto nada igual, y sabia como usarlo. Se lo había demostrado incontables veces, porque ya había perdido la cuenta de la cantidad que habían follado. Su cuerpo dolía. Su vagina molestaba. Sus pezones ardían. Su cuerpo estaba lleno de mordidas. Pero no podía quejarse, quería mas de él. 

- Eres insaciable - Rugió, mientras acariciaba su clítoris con poca delicadeza. 

Y ni hablar de su voz tan gruesa y grave. Deseaba pasar el resto de su vida solo escuchando su voz ronca por el placer, y con sus grandes manos recorriendo su cuerpo como si fuera el único. 

Un escalofrió recorrió su cuerpo de punta a punta, y sin poder resistirlo, un grito ensordecedor escapo de su garganta al sentir el inminente orgasmo que se apodero de todas sus células. Su cuerpo tembló. Su respiración se corto. Sus ojos se cerraron, pero aun así, podía sentirlo duro dentro de ella, a pesar de que seguía bombeando contra su cuerpo. 

- Ven - Le susurro la azabache contra su oído, y separándose de él, se recostó sobre su espalda, poniendo dos almohadas debajo de su cabeza - Ponlo aquí - Le sonrió con soberbia, mientras delineaba sus labios con la punta de su dedo. Podía jurar que vio como su dorada mirada, por cuarta vez, se prendía en llamas. 

- Eres una perra - Murmuro y coloco sus rodillas al lado de la cabeza de la azabache, para comenzar a follar su boca con un ritmo algo suave, pero sin perder la ferocidad. No quería hacerle daño. 

Por su parte Kaghome tomo sus nalgas, sintiéndolas duras, y comenzó a empujarlo mas contra su boca. Su miembro tenia el sabor mas delicioso que jamas había probado. O bien era ella, que lo sentía así porque comenzaba a creer que ese hombre era la perfección personificada. 

Arreglando corazones ღDonde viven las historias. Descúbrelo ahora