◦ 7 ◦

2.9K 179 4
                                    

Solamente dos semanas pasaron desde que Inuyasha había logrado decidir ese giro en su vida. Y la verdad de todo, era que no se arrepentía para nada. A pesar de que su relación se basaba mas en una amistad con "derecho a todo", su sola compañía lograba que su estado de animo nunca decayera. 

En esos días, solamente tres veces terminaron en la cama, manteniendo relaciones, porque cuando estaban juntos, era mas su necesidad de conocerse, que de otra cosa. 

Ambos se habían confesado secretos que nadie mas sabia, ni sus familias, ni sus respectivos mejores amigos. Y eso, por el Ángel Bendito, como les gustaba. 

Pero, a pesar de todo el tiempo que pasaba junto a esa hermosa azabache, Inuyasha aun no estaba tranquilo. Conocía demasiado bien a Kikyo, como para saber que no se iba a quedar de brazos cruzados, luego del espectáculo del otro día. Y no le preocupaba que volviera a aparecer por allí, o que inventara mentiras sobre él. Lo que de verdad le preocupaba, era que se empecinara con lastimar a Kaghome. Y aunque todavía amaba a esa pelinegra, no dejaría bajo ningún termino que se metiera con esa persona que, en ese momento, era su vida misma. 

Y sabia muy bien que era un error hacer completamente dependiente de esa niña, pero no podía evitarlo. Ella estaba logrando, con todas sus fuerzas, evaporar todo el dolor que venia acumulando en ese tiempo, para reemplazarlo por alegría. ¿Como no hacerse dependiente de una persona así? Era imposible. 

O por lo menos, para él lo era. 

- Inu - Esa dulce voz lo saco de su ensoñación. Aunque parecía que estaba trabajando en su despacho, ya que tenia una agenda de reuniones en su mano, su mirada estaba perdida en la nebulosa de su mente - La comida esta lista - Aviso, llegando a su lado para sentarse en sus piernas, acto que fue bien recibido por el pelinegro, que ajusto su agarre a esa pequeña cintura - ¿Mucho trabajo?

- Mas del que me gustaría - Beso su hombro, y luego apoyo su frente en ese mismo lugar.

- ¿Que sucede, cariño? - Pregunto algo preocupada, acariciando su cabello. Se quedo impregnada en sus ojos, cuando este la miro fijamente. Sus grandes manos se posaron en su rostro, logrando que ella incline un poco se cabeza, sin apartar sus miradas. 

- Nunca me dejaras, ¿Verdad? - No sabia de donde había salido eso, y detestaba la suplica que acompañaba esas palabras, pero la sola idea de que esa niña lo dejara, lograba que su cuerpo tiemble. 

Estaba mal. Completamente mal. Lo sabia. 

- No, cariño - Beso su frente, luego sus ojos, para seguir por sus mejillas y terminar en sus labios. Le sonrió con cariño, logrando que la espalda del pelinegro se tensara, ¿Por que era tan dulce? - Nunca te dejare. ¿Aun lo dudas? - Abrazo su cabeza con cariño, apoyando su mejilla derecha entre sus pechos, dejando así, que escuchara el latir de ese dulce corazón - Te adoro. Te quiero y te amo. Si no me crees a mi, creele a mi corazón - Susurro contra su cabello. 

Inuyasha suspiro y ajusto el agarre en su cintura, apretándola aun mas contra él. Esos lentos latidos lograban que toda duda se esfumara y, aunque aun tenia algo de miedo, confiaba en ella. 

- ¿Y si Kikyo quiere hacerte daño? - Esa pregunta la descoloco. ¿Esa mujer había aparecido nuevamente? Eso no le gustaba, pero lejos de asustarse, solo lograba que su rabia aumentase. Aun recordaba esas agrias palabras que le dijo a su hombre. "A nuestra manera, somos felices". ¿Acaso era estúpida? ¿Siquiera pensaba que Inuyasha era feliz en esa relación? Retractaba esa pregunta, definitivamente era estúpida. 

- Cariño, me sorprende que te asustes - Rió tomando su rostro entre sus suaves manos - Soy una chica fuerte, se defenderme sola y nada, escúchame bien, nada de lo que ella pueda llegar a hacer lograra que me aleje de ti. Solo lo haré, cuando tu me pidas que me marche. 

- No. No quiero que te alejes de mi. Nunca - Ella sonrió ante el tono desesperado de él, pero no pudo hacer mas que sonreír. Se acerco a sus labios, susurrándole contra ellos. 

- Entonces, no pienses en eso. Piensa en nosotros. Solo en mi - Y sin esperar contestación, lo beso con hambre, queriendo lograr que se olvidase de esa mujer maldita, que sin estar allí, aun seguía siendo un fantasma entre ellos. 

- Si. Solo en ti. Siempre en ti - La levanto de sus piernas, para sentarla en su escritorio y meterse entre sus piernas. Sus manos recorría el cuerpo del otro sin descanso, conociéndose aun mas de lo que ya se conocían. 

Inuyasha sabia cada lugar que esa azabache tenia un lunar. Tras su rodilla derecha, bajo su glúteo derecho, en el centro de su espalda, en su brazo izquierdo, tras su oreja derecha y sobre su seno izquierdo, ese era el mas sensual de todos, el cual amaba lamer. Eran todos, y los amaba, porque eran parte de ella, y sentía un absurdo orgullo de saber que, seguramente, solo él conocía todos ellos. No porque ella no hubiese estado con otros, algo que le molestaba, si no que, juraba, nadie mas le prestaba la atención a ese hermoso cuerpo como lo hacia él. 

Era posesivo, rayando la locura, pero no podía hacer nada contra ello. Si Kaghome no se quejaba, no cambiaría. 

Y, nuevamente, se encontraba dentro del hermoso cuerpo de esa mujer, escuchando sus gritos de placer, sintiendo sus uñas clavándose en su espalda, delirando con las palabras sucias que le jadeaba en su oído, lo que lo enloquecía por demás. 

Sus estocadas eran fuertes y salvajes. Ella amaba eso. Se lo había dicho. Ademas que sus actos se lo revelaban sin necesidad de palabras. 

- Acuéstate - Jadeo, saliendo de ella, para tomarla del brazo y girarla. Ella sonrió con lisonjeria, y se recostó con sus codos sobre la superficie de madera, arqueando su espalda, para dejar su trasero al aire - Ángel. Me haces daño - Susurro al ver esa imagen tan sexual. Su sexo se veía abierto y húmedo. Sus jugos chorreaban por sus piernas y eso solo lograba que su mente se nuble. 

- Por favor... Hazlo - Jadeo con calor, y el pelinegro sonrió al saber que quería. Y con mucho gusto lo haría. Con fuerza golpeo su trasero, dejando una hermosa marca roja - ¡Ah! Si... - Gimio con fuerzas, y movió sus caderas de un lado a otro, incitándolo - Vamos. Follame. Por favor. 

- Ángel. Me enloqueces - Y de una sola estocada volvió a adentrarse en ella, tomando su cuello y su cadera. Con fuerzas comenzó a bombear contra ella, deleitándose con sus gritos. 

- ¿Me... Me dices "Ángel" a mi? - Pregunto con burla, entre estocada y estocada. 

- Ho no, cariño - Se adentro con fuerzas dentro de ella, y se detuvo allí - Tu eres lo mas alejado a un ángel - Salio de su interior y al instante volvió a entrar, escuchando su grito - Eres mas bien, una pequeña diabla - Y sin ninguna interrupción mas, comenzó a estocar su pequeño cuerpo. 

- Así que, ¿Diabla? - Se burlo, mientras se acurrucaba contra el enorme cuerpo de él. 

- Claro, pequeña - Beso su cabello, intentando recuperar su aliento - Eres mi diabla. 

- Me gusta - Deposito sus labios sobre los suyos con ternura - Vayamos a comer, diablito. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Arreglando corazones ღDonde viven las historias. Descúbrelo ahora