LOS BUQUES SUICIDANTES (capítulo 4)

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Personajes

María Margarita: buque que zarpó de Nueva York

Narrador: único sobreviviente

Es un cuento que trata sobre el principal motivo de los abandonos de los buques, resulta que hay pocas cosas más terribles que encontrar en el mar un buque abandonado. Si de día el peligro es menor, de noche el buque no se ve ni hay advertencia posible: el choque se lleva a uno y otro, navegan obstinadamente a favor de las corrientes o del viento; si tienen las velas desplegadas. Recorren así los mares, cambiando caprichosamente de rumbo. Siempre hay probabilidad de hallarlos, a cada minuto hasta que poco a poco se van deshaciendo. El principal motivo de estos abandonos de buque son sin duda las tempestades y los incendios que dejan a la deriva negros esqueletos errantes. Pero hay otras causas singulares entre las que se puede incluir lo que le sucedió al María Margarita, que zarpó de Nueva York el 24 de agosto de 1903, y que el 26 de mañana del mismo mes fue encontrado vacío completamente, pero todo en perfecto orden y sin ninguna señal de pánico. Una noche, camino a Europa, reunidos en el puente, un grupo de gente hablaba sobre este tema; alguna concurrencia femenina creía que las águilas pudieron haberse llevado la tripulación pero el narrador sabía algo a partir de su propia experiencia: una vez, junto a su tripulación, encontraron un buque a vela, en donde no se hallaba nadie y todo se encontraba en perfecto orden y su última anotación en el diario daba cuenta de hace 4 días atrás. 8 hombres decidieron quedarse a bordo para el gobierno de aquel nuevo buque, pero al día siguiente todos los tripulantes que se habían quedado habían desaparecido. Por que 6 nuevos tripulantes se animaron de nuevo para quedarse en este buque a vela que habían encontrado; primero decidieron beber para olvidar las preocupaciones y producto de un sonambulismo moroso empezaron a arrojarse al agua hasta que no quedó nadie más que el narrador porque no se sintió en una defensa angustiosa, Como el comentario era bastante complicado, nadie respondió. Poco después el narrador se retiraba a su camarote. El capitán lo siguió un rato de reojo. ¡Farsante! murmuró. Al contrario dijo un pasajero. Si fuera farsante no habría dejado de pensar en eso, y se hubiera tirado también al agua.

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