Capítulo 32

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—Que te amo —oír esas palabras salir de su boca fueron como un puñetazo contra mi estomago, y cuando se inclinó más y su boca atrapo a la mía en un beso, mi mundo daba vueltas. Y en ese momento, después de haber oído esas palabras salir de su boca, con su boca sobre la mía, sus manos en mi cintura y las mías en su cuello, la verdad me invadió por completo. Zabdiel era más que un tonto enamoramiento, era amor de verdad, lo amaba por todo lo que el era. Pero la realidad era que me tenía que ir, tenía que irme de este estúpido pueblo cuando por fin había alcanzado la felicidad en su totalidad. El dolor era inmenso, y aunque el amor también lo era, seguía esa mentira detrás de todo, no le había dicho a Zabdiel que yo era...

—Mi cenicienta descalza —dijo en un momento en que nuestras bocas se separaron para buscar aire, luego el abrió los ojos y creo que, todo se arruino... la expresión de su cara cambió por completo— No... no puede ser.

—Zabdiel —dije para luego pararme del sillón, el hundió su cara entre sus manos— Yo, yo no se que decir.

—Dime la verdad —dijo y se paró, enfrentandome, agarrando mi muñeca con tal fuerza que comenzaba a lastimarme.

—Zabdiel me lastimas...

—¡CONTESTAME! —me gritó y eso ocasionó que diera un brinco del susto —perdón, no fue mi intención hablarte así  —dijo y resopló, era sincero, Zabdiel siempre era sincero— Pero dime _______ eres tú... mi cenicienta descalza —posó su mano en mi mejilla, con tanta delicadeza como si yo fuera una muñeca de porcelana que pudiera romperse al tacto, o como si cuando el me tocara yo me esfumaría.

Pasamos segundos así, en silencio. Solo manteniendo una mirada que decía más que mil palabras, decía la verdad, decía el amor oculto, decía un amor verdadero.

—Dios, te amo tanto —y su boca volvió a atrapar la mía. Era posible que los labios de Zabdiel ya se hubieran vuelto como una droga para mi luego de tan solo 3 besos? Si 3, no conté mal. El de la fiesta, después de que me dijo que... me amaba y este.

Pero a pesar de todo yo... yo tenía que irme. Haciendo el mayor esfuerzo del mundo me separé de él— ¿Que pasa? —me preguntó cuando ya había recobrado el aliento, mi mano en su pecho, deteniendolo. Sus manos aún en mi cintura.

—Zabdiel, esto no puede ser... —y su expresión de dolor fue como una puñalada en mi pecho.

—Por... por que? Tu me amas, yo te amo, todo es perfecto —dijo y beso mi mejilla, luego mi cuello y cuando iba a volver a besarme en los labios lo paré, y dije las palabras que quisiera no hubieran salido nunca de mi boca.

—Por que yo no he podido olvidar a alguien —le dije. Y su expresión se torno a furia pura.

—¿Es a ese tal Emanuel no? ¿El que me contesto la llamada cuando estabas en Los Angeles verdad? —y me dio la espalda. Un sollozo se escapó de su boca, y no pude más, me acerqué a el y puse mi mano en su hombro— No me toques —se alejo más de mi.

—Zabdiel yo, aún podemos... —pero no me dejo terminar.

—No _______, no quiero tu lástima, no te quiero volver a ver en mi vida —y el mundo se me vino encima con esas palabras. Pero tenía que ser fuerte, no pódia permitirme llorar.

—No Zabdiel, no es lástima es amistad es...

—¿QUE NO ENTIENDES? LARGATE _______, NO QUIERO TU MALDITA AMISTAD, LÁSTIMA, COMPASIÓN, LO QUE TENGAS QUE OFRECERME QUE NO SEA TU AMOR NO ME INTERESA —las lágrimas se derramaban por sus mejillas, Dios como dolía verlo así, como duele ver al amor de tu vida llorar. Pero por bien de él y por el mío, tenía que irme, y en una semana me iría, y podríamos vivir en paz, las cosas volverían a como eran antes, antes de que me volviera la estúpida Cenicienta Descalza.

—Esta bien... —le dije, estaba a punto de salir de la casa, pero un impulso hizo que me girara y corriera hasta a él. No se movio y nos miramos fijamente, lo besé, era el beso de despedida...— Adiós Zabdiel, te extrañaré tanto.

Sin más salí corriendo de su casa, no podía llorar, no debía llorar.

Luego de unos minutos llegué a mi casa.

—¿Como te fue? —me preguntó mi mamá al entrar, y al ver mi rostro lleno de lágrimas solo corrió a abrazarme— Todo estará bien querida, tranquila hija no llores.

—Mamá... LO AMO MALDITA SEA LO AMO, pero debo irme...

Y así pasó la noche, mi madre tratando de consolarme, pero sabía que todo este sufrimiento se haría más leve cuando estuviera a millas de él, cuando hubiera un océano entre nosotros.

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Par de capítulos más y se termina.

Mi Cenicienta Dezcalza |Zabdiel De Jesús| [adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora