Doce años
—Diez, once, doce... ¡Feliz año nuevo!
Kendall y Lilian se fundieron en un abrazo. Sus familias habían estrechado los lazos con el tiempo hasta el punto de celebrar la noche vieja juntas. En ese momento se encontraban en el jardín de los Graham, ya que su casa era más grande y además desde hacía unos meses tenían unos nuevos inquilinos, los mellizos Keila y Killian.
—Feliz año nuevo Lili— su madre le sonrió.
—Feliz año nuevo.
—¿Podemos ir a dar una vuelta?—preguntó Kendall.
—¿Quién?— funció el ceño Kevin, el padre de los Graham.
—Lils, yo...
—Sois muy pequeñas para ir por ahí a estas horas de la noche.
—¡Venga ya! ¡Keith y Kaeli pueden salir!
—Kaeli es mayor de edad y ni siquiera vive bajo nuestro techo y Keith cumplirá los dieciséis en un par de meses.
—¡No es justo!
—Bueno yo me voy—se burló su hermano con las manos en los bolsillos— pasarlo bien y esas mierdas.
—Ese vocabulario— se quejó la abuela con un gesto de desagrado.
—A las tres te quiero aquí, ni un minuto después.
Keith no respondió, ya estaba abriendo la cancela mientras tecleaba en su móvil. Le vieron irse en silencio como si de pronto se diesen cuenta del paso del tiempo.
—¡No es justo!— Kendall elevó la voz provocando que sus hermanos se despertaran y empezasen a llorar.
—Este no es ni el lugar ni el momento de discutir esto Kendall— la voz de su madre era tajante.
—¡¿Por qué no?!
—Quizás a llegado el momento de irse— el tono de Gwen era conciliador— la comida estaba deliciosa Kevin.
—Muchas gracias. Id con cuidado, ha estado lloviendo y las carreteras no son seguras y menos de noche.
La familia Bloom se despidió de cada uno de los miembros con un abrazo, menos de Kendall que se había apartado del grupo y estaba pateando una mesa descuidadamente.
En la calle la atmósfera estaba congelada. El frío era tanto que ni las bufandas ni los abrigos servían para contrarrestarlo.
—¿Keith qué haces aún aquí?
El joven estaba sentado en la acera mirando al horizonte fijamente. No parecía que fuese consciente del tiempo que hacía y si lo era no parecía afectarle.
—Estoy esperando—habló con su habitual tranquilidad.
—¿No sería mejor que esperases dentro?— le preguntó Lilian llamando la atención de todos.
El hermano de su amiga reaccionó por fin, sorprendido de que ella le hablase cuando se habían evitado por completo después de la caída.
—Evito el temporal— recuperó su habitual confianza.
—Siempre lo haces verdad— esta vez era Lilian la fría.
Keith supo entonces que ella jamás olvidaría como la había tratado y no se lo perdonaría. Decidió que no merecía la pena responder.
(...)
El primer día después de las vacaciones siempre es duro. Pero llegar a un instituto en el segundo trimestre, sin amigos a la vista y siendo el primer día después de las vacaciones, lo es aún más. Quizás por ese motivo Kendall y Lilian se hicieron amigas de Seth.
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Mil razones para no llorar
JugendliteraturLilian y Kendall se conocen desde siempre. Tienen una amistad perfecta y una vida perfecta. No hay nada que pueda romper eso, o al menos eso creían.