Capítulo 1

50 4 0
                                    

—¿No lo usará?
—No.
—Como guste.— y aquí iba de nuevo.
A veces los hombres son agresivos cuando piensan en alguien más mientras se consuma aquel acto de deseo carnal, pero una empezaba a acostumbrarse.
Escuchaba cerca de diez nombres distintos al mío durante cada orgasmo, ¿y yo? ¿Cuál era mi nombre? ¿Quién era yo?
Lo que ellos querían. Su vía de escape, su venganza, su curiosidad.
Y eso no estaba mal. Después de todo, era mi decisión. Había tomado mis preocupaciones, sabía lo que estaba haciendo, me cuidaba y lo disfrutaba.
Gemidos, jadeos, demasiada fricción entre cuerpos.
»¿Acaso nunca se cansa?« pienso, notando golpes cada vez más seguidos y agresivos en mi punto de placer. Duele, pero nada que no haya sentido antes.
Penetraciones fuertes, constantes, satisfactorias.
Respiración agitada e irregular, estocadas que pierden su velocidad.
Y el clímax se ejecuta.
»Me pregunto si tiene una muñeca inflable...« la idea me da risa, pero tengo que fingir un orgasmo para que el cliente quede satisfecho.
Se viene dentro de mí, escurre el viscoso líquido por mis piernas y la humedad es demasiada.
Sale de golpe, siento un vacío y escalofríos.
—¿Aguantarías...una tercera ronda...?— pregunta, buscando su cartera.
—Toda la noche, ¿su bolsillo lo aguantaría?
—Cobré ayer en la oficina, preciosura.— ese piropo ha salido pésimo, igual que su intento de sonrisa coqueta.
—Como desee, caballero.— y, dicho esto, soy arrojada a la cama, boca abajo, y entra de nuevo con brusquedad.
Empezamos de nuevo.
Gemidos fuertes, me pide que grite su nombre y obedezco.
"Muerde las sabanas, mueve las caderas, más rápido".
Frases y peticiones a las que estoy acostumbrada durante el sexo.
Sexo
Antes la palabra me daba miedo, se me hacía un tema tabú.
Hasta que lo probé...y fue la cosa más maravillosa a la que me he sometido.
Masturbación, objetos parecidos a un dildo, videos, audios... No era una experta, pero lo hice con quienes sí lo eran, y fue cada vez mejor.
Posiciones, fetiches.
Algunos lo hacían un arte, otros un juego, y algunos pocos una tortura.
Me gustaba estar arriba, mantener el control y hacerles creer que lo tenían ellos; vendarme los ojos, o vendárselos a ellos. Eso estimulaba mucho la imaginación.

—¡Daiana, Daiana...!— dos movimientos más y acaba.
Es rápido. Acaba rápido. No está mal para alguien de su edad.
Agradece, sonrisas de cortesía y mi paga.
Limpió el lugar, a mí, la mercancía como dicen otras chicas, lo que es gracioso, porque es cierto.
Entra el que sigue. Más joven, se ve curioso, quizá aún virgen.
Pero demuestra todo lo contrario.
Pido por más con las voces que he aprendido a hacer y recibo lo que deseo, y él lo disfruta.
Entra y sale, lo hace constante, lo hace firme y fuerte. Me gusta hacerlo de pie, de costado, arriba o abajo, a la orilla de la cama.
Éste me hace saltar, mientras le doy la espalda, y permito que me bese y muerda los hombros.
La tiene grande, muy dura.
El orgasmo no es fingido.
—¿Quieres...hacerlo de nuevo?— pregunto, y él dice que no tiene tanto dinero.
Le contesto que la casa invita, y el acto se repite.
Es delicioso. Fuerte, tan fuerte...
Me penetra con experiencia y deseo. Me hace sentir llena.
Eyacula dentro de mí. Me ha besado. He gemido contra su boca y eso lo invita a moverse de nuevo, más fuerte.
Estoy en el jodido paraíso.
Se retira. Tiene que llegar a casa con su novia, pero antes de que se vaya, me atrevo a abrazarlo y besarlo como alguna vez me enseñaron en preparatoria.
Sonríe.
—Espero volver pronto.
—Deseo lo hagas.— se cierra la puerta.
A arreglar el sitio una vez más.
Silencio en el cuarto, no en los demás.
Tomo un cigarrillo y voy a la ventana, con una playera encima para disimular.
Hago un trabajo manual cuando vuelvo a la cama.
Alguien entra sin tocar.
—Linda noche, Srta.
—...¿Ansiosa?— me pregunta la mujer con un tono burlón. Le sonrío de vuelta, mostrándole lo que será suyo por los próximos 30min
—Mucho, Srta.
Me gusta hacerlo con mujeres.
Saben usar los dedos, sus besos son gentiles y apasionados, y también saben mover las caderas.
Ella me pide que cubra mis ojos y que no me contenga.
La amo por cinco segundos y nuestros sexos empiezan a chocar.
Nos devoramos.
Ella a mí, yo a ella.
Es una danza de deseo, entre gemidos y jadeos dulces y peticiones de gritos más potentes.
Pierdo el control de mi voz.

Do you like me?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora