Capítulo 4

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Christian palpó su SIG P226. Mientras abría la puerta de la habitación, una ola de adrenalina le quitó el aire de sus pulmones. Guiando con su arma, él salió al pasillo, preparado para enfrentarse con el intruso y hacer su trabajo de proteger a Ana. Sin importar qué.

Sus ojos se ajustaron a la oscuridad. La alarma continuaba sonando, el sonido recorría las paredes y entraban a sus oídos. Él se movió rápidamente hacia las escaleras. La luz tenue del exterior entraba por la puerta abierta de la entrada. Miedo lo inundó.

Un pensamiento pasaba una y otra vez por su cabeza - él tenía que llegar a Ana.

Por favor, no me dejes fallarle.

La súplica lo destrozó como lo hacía cada vez que él era responsable de otra vida.

De repente luz iluminó el pasillo. Christian parpadeó cuando Ana bajó corriendo las escaleras, casi chocando con él mientras se apresuraba. Al verla, una oleada de alivio disminuyó el nudo en su estómago. Él pasó un brazo alrededor de su cintura para evitar que siga caminando. Sus desnudas rodillas golpearon las suyas debajo del short de básquet que usaba. "Estás bien?"

"Si." Sus pequeñas manos se aferraron en sus bíceps. "Por qué está sonando la alarma?" Ella gritó sobre el agudo sonido de la alarma de la  casa.

"No lo sé." El cuerpo de ella tembló contra el suyo, haciendo que sea extremadamente consciente de lo adorable que ella se veía con sus shorts sencillos y una blusa verde que abrazaba sus curvas.

Su cabello caía sobre sus hombros, haciéndola parecer joven y vulnerable. Y en necesidad de protección. Protección no solo de los chicos malos pero también de él. Él la alejo, necesitando algo de distancia para que se pudiera enfocar.

Moviéndose hasta que Ana estuvo detrás de él, se acercó a la puerta principal, con cuidado de mantenerlos fuera de su vista en caso de que un francotirador estuviera esperando, listo para disparar.

Señalando el teclado de la alarma en la pared, él dijo. "Encárgate de eso."

Rápidamente, ella pulso el código de la alarma. Feliz por el silencio que lleno la casa. Christian observó por la mirilla hacia afuera. Dos figuras estaban juntas en la acera.

"Quédate aquí." Él ordenó a Ana antes de salir por la puerta, con su pistola en alto y a la vista.

Él llegó a las escaleras del porche cuando el reconocimiento lleno su cerebro. Él bajó su arma. Ana lo empujó para pasar. Él levantó su mano libre y la detuvo. "Te dije que te quedaras allí."

Ella se soltó de su agarre y corrio por la cochera. "Mamá? Papá?"

Christian gruñó en frustración y corrió detrás de ella. Él se detuvo al costado de la pareja mayor. Sudor recorría por las cejas del Sr. Steele y mojaba su pijama de algodón. La Sra. Steele lo sostenía en sus brazos como si se fuera a caer si ella lo soltaba.

La mirada de Christian recorría los alrededores. Él no vio ninguna amenaza o peligro. Pero eso no significa que no haya uno. "Vayamos adentro."

"Perdón por la alarma. Se me olvidó desactivarla." El Sr. Steele dijo, con voz forzada. "Necesitaba algo de aire fresco."

Ana tocó la frente de su padre. "Otra vez tienes calentura."

Él atrapó su mano. "Estoy bien. Me acabo de tomar un iboprufeno."

"Papá."

"Suficiente, Ana."

SAVING YOU, SAVING MEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora