Capítulo 4: "MORALIDAD INMORAL"

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Percy empezó a patalear con fuerza, hasta que la intromisión repentina de esos dedos en su cuerpo le hizo gritar de forma desgarradora, dolía demasiado, incluso le había hecho sangrar un poco. Era un dolor agudo que empeoró cuando separó sus dedos abriendo aún más su estrecha entrada, los gritos aumentaron llamando la atención de la tripulación que se asomaba desde la cubierta para ver de qué se trataba.

Nunca había sufrido una humillación como aquella, todos le veían gritar y llorar teniendo la mitad del cuerpo fuera del barco, golpeaba la madera con las manos, empujando con desesperación para tratar de liberarse.

— ¡Detente! ¡Por favor!¡Detente! —gritaba y negaba agitando la cabeza, mordiéndose el labio con fuerza, al punto de lastimarse, no quería pronunciar esas palabras,gritaba que "no" entre sollozos, el dolor era insoportable, y poco después empezó a ver borroso, iba a desmayarse, sin embargo, no podía permitirse volver a perder la conciencia, no sabía si aquel sujeto sería capaz de hacerle algo peor estando inconsciente o tal vez lo torturaría en cuanto despertara, entonces cedió, víctima de la desesperación y el dolor insoportable.

— ¡Está claro!—Gritó entre gemidos de dolor—. ¡Soy propiedad de Barak Constantine y respiro porque así lo quiere! —Sus piernas se retorcían esperando a que se detuviera—. Por favor—lloriqueó luego—, para, me duele mucho.

No podía sentirse más humillado, Percy alcanzaba a escuchar los murmullos de los otros navegantes, no parecían sorprendidos, algunos prefirieron darle la espalda y seguir con lo que hacían, otros solo parecían esperar que el escándalo terminase.

—Así me gusta —respondió Barak, eso era lo que necesitaba oír, y sacó los dedos de su interior.

El albino soltó un suspiro de alivio y de inmediato su cuerpo comenzó a curarse, aunque no tan rápido como lo estaba deseando, aún le dolía y no podía dejar de llorar, su respiración era agitada y entrecortada, como si tuviera una clase de hipo que le impedía respirar bien.

Barak no le dio importancia a la sangre que cayó en el piso, lo sujetó de la cadera y dio un tirón para sacarlo de la ventana y tenerlo nuevamente en el camarote; una vez dentro y sin esperar nada el pirata lo volteó y Percy se pegó lo más que pudo a la pared en sus intentos de alejarse de él, esperando que sus piernas temblorosas pudieran sostenerlo hasta que al contrario perdiera el interés.

El castaño miraba de cerca esa cara enrojecida y con labios hinchados y ligeramente lastimados, los ligeros sollozos que daba le agradaron, en realidad, aun estando así, pudo notar que era un chico verdaderamente hermoso, más no por eso sería suave con él.

— ¿Cuál es tu nombre, otra vez? Si me gusta puede que te deje conservarlo —ronroneó y, muy despacio, casi por inercia, se acercó más a él hasta que eran escasos milímetros lo que los separaban, bajó la cabeza e inhaló el olor de su cuello, sudor... y miedo, una buena combinación.

—Percy Lazuli —respondió tartamudeando limpiándose los ojos, alerta ante ese contacto, incluso su cabeza se golpeó contra la madera al enderezarse; le dolió, pero no se quejó al tenerle tan cerca, podía sentir su respiración en su cuello.

Barak acarició con las yemas de sus dedos los costados de esa cadera aun desnuda, haciendo temblar al menor, quien se sentía extraño, y el hecho de que su cuerpo no reaccionara de forma negativa le preocupó aún más, obligándole a apretar la mandíbula; al pirata eso le gustaba, tal vez, aunque no fuera cierto eso de cumplir deseos, podría cumplir alguna otra clase de deseos, y él tenía mucho de no antojarse por otro hombre, aunque este era suave como una mujer.

—No me gusta mucho—masculló contra el cuello del menor, mientras seguía explorando ese delicado cuerpo—, creo que seguirás siendo duendecillo para mí

Crónicas de Eretz: Secreto Pirata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora