Adiós

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Los días han pasado y me he limitado a dar vueltas en la celda, luchando con todas mis fuerzas por dormir, sin embargo la ansiedad me está convirtiendo en un lío andante.

Me he despedido de las personas con las cuales he formado un lazo de confianza, una de ellas es Danielle a quien he prometido dejar mi shampoo y algunos libros, ella fue una de las más cercanas durante mi estancia en el infierno.

Me acogió desde la primera semana en la que llegue y es quizás porque piensa que soy una prostituta desprotegida, igual que ella.

Falta una semana para salir de este lugar y la cuenta regresiva me acelera el corazón.

Es la hora del almuerzo y 517 mujeres deben movilizarse al comedor a ingerir comida de mierda contaminada con químicos que generan un adormecimiento temporal del deseo sexual, con el fin de reducir el número de relaciones homosexuales al interior del penal.

Me integro a la larga fila de mujeres uniformadas con pantalones y camisas anchas de color gris. La rutina es simple, te formas, tomas una bandeja, pasas por la línea del "bufete", regresas y te sientas a comer.

rápidamente mi bandeja se llena de puré de papa, pan y un diminuto trozo de pollo acompañado con un intento de té fármaco.

Camino hacia la mesa donde Danielle se sentó, recibiendo su compañía y la de otras internas.

-¿Cuántos días te faltan? –pregunta Jasmine, quien está en este lugar por golpear a la mujer con la que su chico la traicionaba.

-una semana –respondo mientras mastico el insípido trozo de pan.

-Cuando estés afuera tomate 3 cervezas en mi honor –dijo Danielle, condenada a 3 años por robar el dinero de un cliente que se negó a pagar por sus servicios.

-¿Tres?- paro de comer y la miro- mujer, me embriagaré hasta que olvide mi nombre.

La mesa estalla en carcajadas y las chicas continúan haciendo una larga lista de peticiones que van desde comer una hamburguesa de triple queso hasta besar al primer desconocido que encuentre.

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Dos meses después.

Termino de cerrar el pequeño maletín que me acompaña, suspirando mientras observo alrededor, guardando en mi memoria cada detalle de lo que ha sido mi jaula durante este tiempo. Este será un recordatorio del porque debo encaminarme en la buena vida, trabajar dignamente, tener un perrito, un hogar y un esposo que tenga un trabajo común, vivir una vida clase media y no aspirar cosas inalcanzables.

Durante este tiempo me obligue a abandonar pensamientos de avaricia, ya que eso fue lo que me trajo aquí.

-¡ROSS!- la guardiana Coleman me saca de mi ensoñación- Levanta tu estúpido trasero y muévete.

Y eso hago, tomo la poca ropa que tengo, que consiste en un suéter y un par de calcetas, también llevo la foto de mi familia y 2 cartas que recibí de mi amiga Kamil, ella es la única que sabe que estoy en este lugar.

Paso el tirante del maletín sobre mi hombro, ajustándolo en mi espalda, y por primera vez en 15 meses salgo de la celda sin esposas en mis manos ni grilletes en los pies, Coleman camina a mi lado por el largo pasillo donde las otras internas estiran sus manos tras los barrotes, formando el bullicio propio de despedida, las miro y sonrío, recordando sus rostros.

Cruzo el pasillo en medio de buenos deseos, malas palabras y peticiones para cumplir en libertad, me escoltan a través del penal hasta la oficina del ayuntamiento, allí recibo mi boleto de salida y me entregan mis pertenencias en una bolsa trasparente sellada y con mi nombre escrito en letras negras, la abro, encontrándome en su interior el vestido que llevaba aquella noche, un collar y pendientes a juego, una cajetilla de cigarrillos a medio fumar y mi teléfono móvil.

Guardo todo en la mochila que llevo a mi espalda y camino hacia la puerta, por primera vez no soy escoltada.

La puerta es de metal grueso, antiguamente era de color naranja crema, ahora solo se ven manchas de pintura desgastada, el guardia me pide el boleto de salida para confirmar.

Teclea en su computadora y me devuelve el boleto, oprimiendo el botón verde que se encuentra al lado inferior de su escritorio. Las puertas empiezan su recorrido lento y ruidosamente, el paisaje de cemento se extiende frente a mis ojos.

Los rayos de luz me ciegan y entrecierro los ojos, tratando de acostumbrarme a la sensación del sol en mi piel.

Abro los ojos y una silueta conocida se dibuja en el paisaje. 

AGAIN -hasta los huesos. #wattys2018Where stories live. Discover now