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Después del cine, Brendon llevó a Dallon al centro comercial que estaba a una calle de donde estaban y pasearon por ahí sin comprar nada de las tiendas a las que entraban.

Más en el fondo del lugar, habían juegos de destreza bajo carpas similares a las de un circo. Brendon insistió en jugar algunas rondas para ganar al menos una manita pegajosa, una espada de luz de juguete o mejor aún, la corona de flores del aparador... ah, y quizá un juguete de peluche para Dallon. Entonces, al ver la emoción de Urie, el castaño no se lo pudo negar.

Tiro a los globos. Era uno de los juegos más fáciles del mundo, todo consistía en precisión, paciencia, fuerza y concentración. Dallon contaba con todo ello.

En la primera partida logró pinchar cuatro globos, lo que ameritaba un premio. Brendon escogió la corona —obviamente—, lo cual le extraño al dueño del juego, pero no es como si a esos dos les hubiera importado.

Después, Dallon volvió a pagar porque el pelinegro vio burbujeros en la parte trasera de la mesa y exigió ganar uno. Sí lo consiguió. ¿Cómo no con esa imitación de Michael Jordan a su lado?

Al terminar eso y aprovechando la buena puntería de Weekes, siguieron en el juego de tirar aros. Más sencillo que el otro, sin duda alguna. Dallon atinó los tres aros en la primera ronda y ganó un premio por eso. Ahí Brendon tomó un pulpo de peluche color azul para su acompañante.

—Los pulpos son animales muy tímidos —le dijo sonriendo —Pero entran en confianza más rápido que cualquier otra especie salvaje.

—Además son muy inteligentes —añadió Dallon, aceptando el juguete esponjoso entre sus manos.

—Y es azul. Queda perfecto con tus bonitos ojos —siguió Brendon, acercándose más al mayor para verle los tonos mencionados.

—A ti te queda perfecta esa corona.

—Lo sé, me encanta —toqueteó el objeto en su cabeza —¿A ti te gusta cómo se me ve?

—Luces muy lindo —Wekees le unió al coqueteo sin saber muy bien cómo.

Al darse cuenta de eso, Brendon se le pegó completamente y pasó sus brazos alrededor del cuello del otro, atrayendo su rostro hacia el suyo.

—Eres como un pulpo, ¿lo ves? Ya estás entendiéndome.

—En realidad no, pero tengo curiosidad de qué es lo que intentas.

—Pues llamar tu atención, ¿qué más?

—¿Por qué?

—Me atraes.

—Pero eres un chico, deberías fijarte en las chicas.

—Ellas no pueden darme lo que a mí me gusta —susurró en su oído, deteniendo después sus labios en la mejilla del otro.

Le gustara o no, esa sensación de calidez confortaba a Dallon aún cuando era un gesto antihigiénico.

—¿Y qué es lo que te gusta? —preguntó de buena manera.

Brendon rió bajo.

—Si vamos a mi casa o a la tuya, te lo podré mostrar —dijo sin pena.

—¿Quieres ir a mi casa? —preguntó Dallon ya que no le había quedado claro. Más bien no comprendía cómo Urie pedía cosas tan atrevidas al instante. Sí que se desenvolvía fácilmente, pensó el más alto.

—Vaya que quiero —respondió el contrario. Sus labios aún acariciaban la mejilla de Dallon y sus manos revolvían su cabello café —Uhm, ¿te parece si primero pasamos al baño?

—Detesto los baños públicos.

—Oh, cielo, pero ahí es donde se pueden montar los más grandes espectáculos —dijo Brendon separándose del más alto y halándolo de la mano hacia los sanitarios —... u otras cosas grandes —susurró, mirando la entrepierna de Dallon y mordiendo su labio inferior.

Pudo llevar y luego meter al castaño a los baños, encerrándolo junto a él en uno de los tantos cubículos disponibles. Habían visto a dos hombres adultos entrar también y estaba otro en el lavamanos, y eso hacía a Brendon sonreír porque significaba que tendría público.

—¿Aún no sabes ir al baño solo? —preguntó Dallon un tanto molesto; la verdad es que el pequeño espacio del baño le ponía de mal humor. Se aferró a su pulpo de peluche, inseguro de las intenciones de Brendon, además.

—Claro que sé, pero... —se acercó a él y le fue desabotonando la camiseta desde arriba —si hago esto solo sería muy, muy aburrido.

—¿Defecar?

—No, payaso. Algo así —se puso de puntillas y con esfuerzo sus labios húmedos llegaron al cuello del mayor y le besaron. Su pequeño cuerpo se apegaba al más grande, insistiendo en que las manos de Dallon tomaran su coqueta cintura.

—Estás muy cerca — el castaño notó con las mejillas rosadas y las manos vacilantes sobre aquel pálido cuerpo de enfrente, más que nada por no querer soltar su juguete que por no saber de dónde tomar a Brendon —Esto no me gusta.

—Dally —se despegó centímetros para mirarlo a los ojos y acariciarle una mejilla —Te va a gustar, creéme.

Soltó su rostro y llevó las manos a la intimidad de Weekes, frotando su miembro sobre el pantalón y esperando a que despertara.

—¿Qué estás haciendo? —le preguntó sin aliento.

—Haré una pequeña demostración de lo que es estar conmigo —respondió Urie —Y lo continuaremos en tu casa.

Entonces se arrodilló, acercó su cabeza a la entrepierna de Dallon y comenzó su gran espectáculo.

Painting it pink •• BrallonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora