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En el baño pasó algo ligero. No fue más que sexo oral. La verdad es que ahí fue Brendon quien hizo todo. Él tocó a Dallon, él le dijo todo lo que pasaba por su cabeza y de ese modo Weekes supo qué clase de chico era Brendon. Y jamás se lo hubiera imaginado.

El mismo chico de la heladería que vestía de rosa, reía por cualquier cosa que viera y se portaba de lo más lindo con sus clientes era uno completamente diferente a este otro, quien tenía un amplio historial en las relaciones sexuales, era pervertido, cínico y travieso.

Y aunque Dallon no estaba acostumbrado a esa conducta, lo dejó hacer lo que quisiera por una razón, una muy difícil de explicar. Él seguía viendo al heladero en ese nuevo Brendon.

El castaño veía todo de una manera distinta, transformando lo obsceno a algo mucho más tierno y romántico. Esto se debía un poco a la película que vieron antes, pues sentía que debía haber un equilibrio entre las parejas, y si Brendon era el imparable, Dallon tenía que asumir el papel del prudente. Y así lo estaba naciendo.

Llegando a la casa, Dallon tomó a Brendon en brazos y lo llevó a la habitación como él pidió. Lo depositó en la cama con mucho cuidado, no queriendo ser brusco con ese pequeño pelinegro. A estas alturas, ni siquiera recordaba dónde había dejado su pulpo azul, pero prefirió ignorarlo.

Estando acostado, a Brendon le importó muy poco si lastimaba a Dallon, tomándolo del cuello de la camiseta y halándolo como hizo una vez, con necesidad. De esa manera, lo besó.

Dallon estaba emocionado por el beso, era la primera vez que tenía uno, por eso mantuvo a Brendon tranquilo y él dominó a su criterio. Tomó las bonitas manos del menor y las retiró de su camisa, entrelazando sus dedos con los de él y colocando los puños en la sábana. Sólo con eso Brendon adoptó un ritmo más lento.

–Princesa, quiero que esto sea especial. ¿Podrías concederme eso? –le preguntó Dallon con la voz más dulce que tenía.

Brendon asintió.

–Si eso es lo que quieres, está bien.

Entonces iniciaron.

Al quitarle la camiseta, Dallon abusó del tacto y tocó los hombros y los brazos de Urie, estremeciéndolo por completo; Brendon suspiró al sentir la ligera ráfaga de frío cuando su torso quedó descubierto, pero los labios de Dallon pronto le brindaron calor.

–Estás muy delgado –le dijo el mayor al llegar a su abdomen –¿No estás enfermo?

Brendon rió.

–No soy anoréxico, si eso piensas –le dijo –Baja mis pantalones y te sorprenderás.

Desentendido, Dallon hizo lo que le dijo, siendo cuidadoso con ello. Desabrochó, bajó y acarició. Admiró sus caderas ajustadas con unas bragas rosas y luego vio más abajo. Esas eran las piernas más bellas que había visto –aunque nunca antes había visto unas, exceptuando las de la televisión y las portadas de las revistas que siempre se exhibían en los puestos de las esquinas–, estaban tan envueltas en carne y se erizaban con su toque. Tentado estuvo a masajearle la pálida piel.

–Me gustan –confesó –Son suaves.

–Mejor que las de una modelo.

–Podría jurar que sí.

–¿Te gusta mi lencería? –le preguntó al contrario antes de morderse el labio inferior y presumir su intimidad con un discreto movimiento de caderas contra las sábanas.

–Rosa –notó Dallon con una sonrisa –Te queda bien ese color. Y con esa corona se ve mucho mejor.

–No me la quitaré. La corona, me refiero. Quiero usarla durante esto.

Urie enredó sus piernas en la cintura del otro, juntándose a él cuando se incorporó y le besó en la boca, usando más saliva de la que Dallon prefería. Al separarse, el chiquillo volvió a tirarse sobre las almohadas, como rindiéndose al placer.

–Siente esto –Brendon tomó las manos de su hombre y las colocó poco a poco sobre su miembro erecto bajo sus bragas –Tú lo causaste, Dally.

Inseguro, Dallon tocó su entrepierna y pasó el pulgar lentamente por ella. Inmediatamente Brendon jadeó.

–Esto le sucede a los hombres cuando se excitan, ¿cierto?

–Así es, cariño –Brendon sentía tanto placer con la inocencia de Dallon frente a él, tocándole con timidez y hablando con un ligero temblor en la voz. De esa forma lo encendía aún más –Y yo haré que te suceda a ti también.

Dicho esto, Brendon volvió a tomar el control, girando en la cama para colocarse arriba del castaño y quitarle la camiseta, seguido del pantalón. Al estar ambos en ropa interior, el menor quiso jugar un poco y torturarlos a ambos.

Posicionó su entrada superficialmente en el miembro del otro y movió sus caderas de adelante a atrás, cerrando los ojos para concentrarse en el roce. Sentía cómo aquella intimidad iba despertando poco a poco, elevándose contra él y deseando conocerle más. Ese miembro lo quería.

–Brendon... –jadeó Weekes cerrando los ojos y tomando a su princesa por los muslos.

–Dime, cariño –musitó el del menor altura, sonriendo para sí mismo al escuchar al hombre debajo suyo jadeando incesantemente –¿Quieres avanzar?

Dallon no pudo hablar, pues la estúpida tela de su ropa interior lo tenía aprisionado y los movimientos de Urie lo dejaban sin aliento, así que sólo asintió rápidamente.

Su pequeño experto se apoyó sobre sus rodillas para bajarse las bragas, acariciando su propia piel al hacerlo, y luego tiró la prenda a un lado.

–Abre los ojos –le ordenó a Dallon.

Él los abrió y se encontró con el cuerpo completamente desnudo de su chico. Era tan reluciente, tan bello y puro, luciendo como un bonito ángel con una corona de flores entre sus cabellos negros, pero toda esa delicadeza se fue al carajo cuando Brendon tomó su miembro y comenzó a mastubarse, mirando fijamente un par de azules y entreabriendo la boca para gemir. Incluso sus gemidos eran preciosos.

–Dally, ¿te gusto?

–Eres hermoso, princesa.

El apodo hizo a Brendon retorcerse, apretándose a sí mismo y dejándose caer de nuevo sobre la intimidad de Dallon, soportando su mano libre en el pecho lampiño del mismo.

–¿Quieres que te quite la ropa? –le preguntó casi sin voz.

–Por favor.

El sexo de Dallon quedó descubierto gracias al pelinegro, quien no dudó en ningún segundo y escupió en la punta para luego esparcir la saliva por todo el largo. Dallon comenzó a gemir, sintiendo una incontenible emoción en su pecho y, sí, también en su centro.

Apenas terminó ese trabajo, Brendon colocó su entrada en aquel miembro y frotó ambas partes. Tal vez no era necesario lubricante, pues el presemen del más alto podría sustituirlo, y tampoco necesitarían iniciar con los dedos porque Urie era un desesperado y no es como si necesitara preparación. Siempre estaba preparado.

Sin avisar, se levantó de pronto y se penetró por su cuenta, gimiendo a lo alto cuando sintió la brutalidad de esa estocada. No desperdició el tiempo, así que se movió sobre el entusiasmado miembro de Weekes.

El de ojos azules gemía, sí, pero no era tan ruidoso como el chico que tenía encima. Ese chico sí que gritaba su placer.

–Dallon, muévete conmigo.

Tal como le dijo, Dallon se movió; metió y sacó su miembro, dándose cuenta que con sus caderas podía facilitar el trabajo. Fuera antihigiénico o no, le gustaba. Entrar en Brendon, golpear su punto, salir y luego repetir el proceso le gustaba. Sobre todo disfrutaba de la disposición del menor. Éste gemía y se tocaba, lo dejaba apretar su piel, le permitía colorar sus muslos y aceptaba que lo penetrara a un ritmo elevado.

Brendon lo hacía sentir en el paraíso.

Painting it pink •• BrallonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora