II

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Nella se comenzó a sentir exactamente igual que cuando él se había ido: desgarrada por dentro, le dolía el corazón, y comenzó a rezar silenciosamente: Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra.Dios te salve… Pero las palabras de Facundo acallaron su silenciosa oración y fueron un bálsamo para su dolor, “Lo siento, te he extrañado… mucho” Las palabras que siempre había querido escuchar, las había leído mil veces en las cartas que él le había enviado en esos años, pero eran sólo palabras escritas en un papel, ahora era Facundo, su mejor amigo, diciéndole frente a frente que la había extrañado, que lo sentía, y eso era todo, esas palabras borrarían todo el dolor causado en 15 años, sanarían heridas sin cicatrizar. Hacía unos segundos que había decidido olvidarse de Facundo para siempre, y la vida se lo había devuelto.

–Yo también te extrañé, mucho –Dijo  y se abrazó a sí misma. Facundo estiró el brazo, y extendió su mano.

–Te quiero, tonta –Le dijo con una sonrisa, y Nella acortó la distancia que los separaba para refugiarse en los brazos de Facundo: su lugar en el mundo.

Nella despertó temprano el sábado, se arregló rápidamente y bajó a la planta baja para asegurarse que lo de la noche anterior no había sido un sueño. Facundo estaba sentado en el sillón de la sala, con el cobertor que le habían prestado enrollado en las piernas y tomando una taza de café que había hecho la madre de ella. Su hermoso cabello castaño claro lo llevaba en punta y revuelto, tenía una sombra de barba que la había sorprendido, pero sus ojos claros seguían siendo hermosos e hipnóticos, sin contar con su sonrisa singular que podía hacer detener el mundo.

–Buenos días, Nella –Saludó dejando la taza sobre la mesita de centro, había pasado la noche allí, porque no tenía cama para dormir en su casa, aunque ese día habían resuelto hacer una inspección a fondo en la casa de Facundo para ver si encontraban algún catre en el sótano.

–Buenos días –Contestó y se dio un último chequeo en el espejo de las escaleras, todo estaba en orden–. ¿Quieres desayunar?

–Seguro, creo que no he comido nada desde… Sí, desde el avión –Dobló el cobertor y puso la almohada sobre el brazo del sofá, se desperezó y estiró los brazos hacia arriba provocando que la franela blanca que llevaba para dormir se subiera sobre su cintura y le dejara una clara visión a Nella de los músculos de su espalda y un poco del trasero redondeado, lo que la hizo sonrojar, Facundo no parecía tener trasero cuando era niño, o tal vez ella no lo había notado. Ahora… Algunas cosas sí cambiaban.

Llegaron a la cocina, y lo más práctico era hacer unas tostadas.

–Tu mamá dijo que volvería sobre las 2 de la tarde, porque estaría en el club todo el día.

–Vale, están organizando no se qué para el aniversario de la ciudad.

–¿Bicentenario?

–Creo que sí –Dijo poniendo los panes a tostar, sacó la mantequilla, la mermelada y la miel y la puso sobre la mesa, Facundo la miraba desde allí con una sonrisa de tonto en la cara–. ¿Qué?

–La última vez que te vi en esta cocina, no llegabas a los estantes –Dijo sonriéndole.

Nella sonrió de vuelta mientras sacaba los platos.

–Sería raro que siguiera del mismo tamaño tras 15 años.

Facundo soltó una risotada.

–Bastante raro.

La tostadora soltó el último par de panes, y Nella llevó la pequeña torre a la mesa, Facundo estiró el brazo tras el estante que tenía detrás y sacó un paquete de servilletas, ella sacó el jugo de la nevera y él completó poniendo dos vasos que estaban sobre el secador de platos.

–Propongo un brindis –Dijo Facundo alzando el vaso lleno de jugo de naranja. Ella lo imitó esperando el motivo de aquel brindis matutino–. Menudo, New Kids On The Block, BSB,98 Degrees, Take That e incluso los Jonas Brother, ningún reencuentro será tan inolvidable como el nuestro.

Nella sonrió y tomó un sorbo de su vaso.

–Así lo espero –Dijo con una sonrisa que era imposible sacar de su rostro.

Los días que sabíamos amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora