VI

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VI

Nella se había acostumbrado fácilmente a la situación de Facundo en su vida, como si él siempre hubiese pertenecido a ella, porque en realidad así era, no había un día en que ella no lo tuviese en su pensamiento, ya fuera para intentar odiarlo o para extrañarlo con locura. No podía creer que en su corazón era como si él jamás se hubiese ido, lo amaba, amaba a Facundo por cada carta, por cada llamada que ella no contestaba pero que Lucía manejaba bien, amaba a Facundo porque cuando querías a alguien con toda la intensidad de 10 años era imposible dejar de hacerlo, lo amaba porque estaba destinado a ser. Lo amaba porque ese día miércoles, él la esperó afuera de la empresa bajo una lluvia tremenda, con un ramo de flores resguardado bajo un paraguas.

Nella cruzó la calle corriendo hasta refugiarse en los brazos de Facundo. Él la besó con ternura.

–¿Cómo estuvo tu día? –Le preguntó mientras iban a la parada del colectivo bajo el paraguas–. Estas son para ti –Extendió el ramo.

–Gracias –Aceptó la ofrenda y aspiró el aroma–. Estuvo bien, una suerte que mañana sea feriado, siento que estos días han sido eternos –Dijo subiéndose al colectivo. Lo cierto era que nunca los días le habían parecido tan largos porque ahora que tenía a Facundo esperándola en casa, la hora de salida parecía estar en la cima del Everest.

Hicieron el camino entre risas tontas, porque cualquier cosa parecía graciosa. Cuando llegaron a su casa ya no estaba lloviendo, y Lucía los esperaba con chocolate caliente y galletas de mantequilla.

–Facu, ya sé con qué entretenernos esta tarde –Dijo Lucía, mientras sacaba una pila de álbumes de fotografías del estante de la sala de estar. Facundo se acomodó en el sofá sonriendo y haciéndose con los álbumes. Nella fue a su lado cuando él palmeó el sofá para que lo acompañara, él se puso a hacer preguntas como: ¿cuándo fue esto? ¿Te dio clase la seño Olores? –Que se llamaba Dolores, pero apestaba siempre a ungüento–, o no puedo creer que Franco haya muerto tan joven.

Cuando el siguiente álbum fue el rosa chicle, a Nella se le hizo un nudo en la garganta, era el de sus 15 años.

–Estabas hermosa, la foto que me mandó tu mamá la tenemos en la sala de la casa –Comentó Facundo.

–Ya –Dijo ella, y sintió un leve resentimiento.

–¿Qué pasa?

Nella no lo miró, habían llegado a las fotos del vals.

–No conocía a nadie con los que bailé el vals. Obvio, bailé primero con papá, pero luego eran un montón de tíos y primos que nunca había visto, mis compañeros del secundario había huido despavoridos para no bailarlo… –Y se calló, porque iba decir que hubiese sido distinto si después de su padre, el que la hubiese sacado fuese Facundo.

–Habría sido distinto si hubiese podido venir.

–Estoy segura de eso.

–Nella, trabajé para lograrlo –Le confesó Facundo–. Trabajé los fines de semana cortando césped en las casas de los vecinos, en las tardes ayudaba en una tienda de comestibles después de clases, limpiando y levantando cajas, pero no logré ahorrar suficiente dinero para un pasaje, en ese momento la situación estaba un poco difícil porque la empresa donde trabajaba papá acababa de cerrar, por suerte encontró otro empleo antes que la situación se pusiera crítica, sino, te juro que habría estado.

Ella asintió, todavía tenía el nudo en la garganta, tal vez estaba siendo insensata, Facundo sólo tenía 17 años cuando eso, no es como si pudiese pagarse un fin de semana a Argentina y ya.

–Está bien. Sólo es… nostalgia de lo que no pasó –Quiso darle un tono jocoso a su comentario, pero su voz tembló–. No me hagas caso –Sonrió.

–Antu –La llamó Lucía desde la cocina–. No tenemos salsa para la pasta, ¿Puedes ir al abasto?

–Seguro –Respondió. Pero Facundo se puso de pie.

–Déjamelo a mí, tengo que comprar unas cosas para mi aseo personal, ayuda a Lucía en la cocina –La abrazó con fuerza y salió de la casa, mientras ella se encaminó a ayudar a su madre.

~*~

El abasto era más que eso, era una especie de quincalla, así que Facundo fue primero a la parte de los comestibles, tomó salsa para pasta, que era lo que le habían pedido y luego se fue a la parte donde estaba todo en un desorden abrumador, trató de recordar la combinación de colores que había visto en las fotografías de los 15 años de Nella: rosa y blanco, bastante tradicional. Agarró dos paquetes de globos, tampoco se iba a pasar toda la noche inflando mil globos a pulmón limpio, con tres docenas estaba bien, compró cintas de papel crepé, celo, una botella de champagne, un paquete de vasos plásticos y rezó porque hubiese señal gratuita a internet para descargarse un par de canciones.

Pagó sin esperar la vuelta, y corrió hasta su casa, allí dejó todo en la sala y decidió que engulliría la cena en tres bocados para que le diera tiempo de arreglarlo todo.

Con la salsa para pasta en la mano, se dirigió a casa de Nella, estaba a punto de tocar cuando su celular sonó, sin ver el número sabía que la llamada era desde Estados Unidos. Miró la pantalla, y respiró aliviado un breve segundo, pero cuando contestó el alivio se había esfumado.

–Hola –Saludó a su madre con desgano, mientras se alejaba poco a poco de la puerta de Antonella.

Facundo, por Dios nos has tenido con el corazón en la boca. ¿Cómo llegaste? Qué tal el vuelo? ¿Ya viste a Nella? –Su madre hablaba tan rápido al otro lado de la línea que le costó entender que le preguntaba.

–Sí, vi a Nella –Contestó la última pregunta porque sabía que era la única respuesta que esperaba su madre.

¿Y…

–¿Y qué?

Facu, ¿qué piensas hacer?

–No lo sé –Comentó mirando hacia la casa de Nella. Su madre suspiró preocupada.

Facu… Estoy al borde de un colapso nervioso. Samantha me tiene de aquí para allá, ella ha seguido con los planes como si no ha pasado nada. Ayer reservó el salón.

Facundo sintió que la cabeza le latía tan fuerte que el cerebro terminaría saliendo en gotas por su nariz. Se estrujó la cara con la mano libre, mientras seguía hablando de invitaciones, pruebas y otras tantas cosas que le producían punzadas en la corteza cerebral.

–Mamá la señora Lucía me espera para cenar, hablamos después… –Y sin esperar respuesta cortó la llamada. Estaba seguro que su madre no volvería a llamarlo por esa noche porque había sido un grosero.

Una vez en casa de Nella, la cena estuvo servida en 10 minutos, como había prometido comió tan rápido que le produjo hipo, se excusó y fue al baño, donde había llevado una servilleta del comedor, y escribió una nota que le causó gracia.

Cuando volvió a la sala de estar, ya habían recogido la mesa, se sentía un tanto mal por no haber ayudado pero tenía una “misión”

–La cena estuvo deliciosa. Estoy un poco agotado, así que las dejaré temprano hoy.

–Hasta mañana, Facu –Le dijo Lucía haciendo una cruz en el aire en su dirección.

–Te acompañaré a la puerta –Dijo Nella en tono desilusionado. Una vez en el porche, él le dio un beso rápido de despedida y le agarró la mano. Los ojos de Nella se abrieron cuando dejó la nota en ella y sin mediar palabra se fue a su casa. Esperaba que un par de horas fuera tiempo suficiente.

Los días que sabíamos amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora