Capítulo 1: El comienzo del fin

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Mis párpados se sienten pesados. Con gran dificultad logro abrir los ojos y una luz blanca me hace entrecerrarlos mientras me acostumbro a su brillo. Siento algo adherido a mi rostro; al tacto, percibo que es una mascarilla de oxígeno. Mi mirada, todavía ajustándose al resplandor, se pasea alrededor en busca de detalles, pero solo alcanzo a distinguir paredes blancas que parecen no tener fin. Mi intento por incorporarme se ve frustrado por la pesadez de mi cuerpo. Entonces, mi vista se posa en un aparato parpadeante: estoy conectado a un electrocardiógrafo.


Mi cabeza y pecho están envueltos en vendas, mientras una aguja en mi mano suministra suero. Reuniendo fuerzas, intento erguirme. Con esfuerzo, consigo sentarme en la cama, apoyándome en el respaldo. Observo cómo de mi cuello pende una cadena de plata. Con curiosidad, tiro de ella para ver qué objeto está suspendido.  Descubriendo un anillo de oro.

En ese preciso instante, se escucha el chirriar de la puerta al abrirse y entra una enfermera. Su mirada se encuentra con la mía y su reacción es de sorpresa al dejársele caer la tabla que sostenía en sus manos.

―Oh my god, at last I wake up.

Habla en inglés y, de alguna manera, logro entenderla. La enfermera salió corriendo de mi habitación y regresó acompañada de un doctor. Este último mostró sorpresa al verme y se acercó para colocar una linterna frente a mis ojos.

―Sigue la luz.―El doctor, a diferencia de la enfermera, hablaba en japonés. Yo obedecí sin decir nada, siguiendo el movimiento de la linterna. Luego, auscultó mi pecho con el estetoscopio para escuchar mis latidos cardíacos.

―Parece que todo está bien, pero realizaremos más exámenes para asegurarnos. ¿Recuerdas qué te pasó? ―negué con la cabeza, tratando de recordar algo.

―¿Cuál es el último recuerdo que tienes?

Intento recordar algo, pero mi mente parece estar en blanco―No logro recordar nada―Mi garganta está seca y mi voz suena ronca, como si no hubiera hablado en mucho tiempo.

El doctor me observa con gesto preocupado y luego dirige su mirada hacia la enfermera.

―This is more serious than I thought, call it. ―El doctor le dice a la enfermera. Ella asiente y sale apresuradamente de la habitación.

―Chico, ¿recuerdas tu nombre? ―pregunta el doctor.

―No, señor.

―¿Edad, familia, amigos, algo? ―insiste.

―No, no logro recordar.

El doctor me hizo un par de preguntas más. Después de eso, salió de la habitación y en ese momento entró de nuevo la enfermera.

―Excuse me, miss, do you know why I am here?

―Oh my god, no pensé que supieras hablar inglés.

―La verdad, a mí también me sorprende.

―¿Por qué no le preguntaste eso al doctor?

―Parece que no quería que me enterara de que usted iba a llamar a alguien. Eso significa que me está ocultando algo, al menos eso creo. Además, usted se ve más confiable que él.

Ella me miró con asombro antes de acercarse a la puerta y cerrarla.

―Eres muy perspicaz—dijo con una pequeña sonrisa mientras se acercaba a mi—. Verás, me prohibieron contarte esto, pero dada la situación en la que te encuentras, te lo diré. A cambio, tendrás que actuar como si no supieras nada, ¿entendido?

―Seguro, no hay problema.

―Recuerdo muy bien ese día. Estaba lloviendo y eran las seis de la tarde. Te trajeron en una camioneta blindada; varios hombres, incluyendo una mujer, bajaron de ella. Uno de ellos te llevaba en brazos, estabas inconsciente y cubierto de sangre. Entraron de manera brusca, captando la atención de todos. El hombre que te cargaba gritaba pidiendo ayuda. Varios doctores se acercaron y te llevaron en camilla al quirófano. Los hombres que te trajeron se sentaron en las sillas, tratando de recuperar el aliento. Pasaron cinco horas; los doctores salieron para informarles que la operación había sido un éxito. Sin embargo, después de eso, todos se fueron. Les sugerí que se quedaran por ti, pero uno se me acercó y me dijo que para garantizar tu seguridad, era mejor que ellos se fueran. Aunque la mujer quería quedarse, le dijeron que era lo mejor. Después de eso, desaparecieron en la lluvia.

―¿Recuerda cómo eran?

―Bueno, todos estaban vestidos de negro. No pude ver sus rostros; llevaban gorras y gafas. Ahora que lo pienso, ellos hablaban inglés, pero algunos estaban hablando japonés como tú. La verdad es que eran muy sospechosos.

Esto se pone cada vez más raro. ¿Quiénes eran esas personas? ¿Por qué me dejaron aquí? ¿Qué demonios está pasando?

―De todas maneras, es una lástima que no recuerdes nada. Quería preguntarte sobre el anillo que llevas en el cuello. Cuando llegaste, a pesar de estar inconsciente, tu mano lo sujetaba con fuerza. Estaba cubierto de sangre, así que mientras estabas dormido, lo limpié.

Tomé el anillo de nuevo con mi mano para observarlo detenidamente, tratando de recordar algo, cualquier cosa que me ayude, pero no hay nada.

―Tiene razón, es una lástima que no recuerde nada. Dígame, ¿cuánto tiempo llevo aquí?

La enfermera mantuvo una expresión seria mientras respondía―. Dos meses y medio.

¿Qué? ¿Cómo es posible que lleve más de dos meses en coma? No puedo pensar con claridad, me duele la cabeza. Hay demasiadas cosas que no entiendo.

―Descuida, no te preocupes. Tu familia ya viene en camino.

―¿Mi familia?

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