C a p í t u l o 0 1

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CAPÍTULO 01

Nueva York, 15 de abril, 2015.

—Ese chico te interesa mucho —afirmó—. Cuando hablas de él... tus ojos brillan.

Desvié la mirada de mi desordenada maleta, hacia mi elocuente amiga. Conocí a Eve un mes después de haber llegado a Manhatan, en uno de los cafés más populares del sitio. No sabría describir con exactitud a Eve, su personalidad es tan estrambótica y espontánea que es difícil hallar alguna forma de definirla completamente. Desde que nos conocimos ha sido la mejor aliada y amiga, me ayudó a sentirme bien y disfrutar lo que este lugar podía ofrecerme. Su alegría consiguió iluminarme cuando llegué y todo parecía nubloso a mí alrededor.

—No tienes una idea —suspiré—. Antes no estaba segura, pero ahora sé que lo amo.

—Lástima que hayas terminado las cosas antes de siquiera decírselo —expresó con neutralidad—. Sigo sin entender tu razón para terminarle. Tampoco has querido saber de él.

—No quiero enterarme de que ya me superó —confesé—. No quiero que sea de ese modo porque yo no lo he superado.

—Ha pasado un año desde la ruptura —me recuerda—. Lamento ser tu amiga y tener que ser sincera, pero lo más probable es que te haya superado. Los chicos son así, mírame a mí.

—Dios, no empieces con lo de siempre —mascullé.

—Solo no quieres que te diga lo mucho que te va a doler cuando él te rechace —un escalofrío recorrió mi espalda—. Y pensar que llevas cuatro años sin sexo, eso sí es la verdadera tragedia aquí, Annie.

—Pensé que me estarías diciendo lo triste que te sentaba mi partida, no que hablaríamos sobre mi frustración sexual.

—Estoy triste, pero no voy a llorar porque sé que este nunca fue tu hogar. Me siento feliz de que regreses a donde perteneces, y estoy mucho más feliz de haber podido conocerte. Además, esto no tiene que terminar aquí, me mudaré a Francia el próximo año y entonces nos veremos y me hablarás sobre ese victoriano que flechó tu corazón.

Sonrío al escuchar su última frase. Lysandro había rondado mi mente durante estos cuatro años de la misma forma en que una canción se repetía sin descanso; en ocasiones dulce, en otras frustrante. La principal razón por la cual volvía prontamente era él, deseaba verle y, aunque lo nuestro haya terminado, los sentimientos seguían latentes igual al primer día de instituto.

Me agradaba la idea de volver a ver a Eve y no tener que pasar nuevamente por la dificultosa tarea de mantener una relación, o, en este caso, amistad, a distancia. Pese a que era consciente de que yo no era la razón de su traslado a Francia.

—Esas son las palabras más dulces que me has dicho —indiqué—. Al parecer no eres tan perra como pensaba.

Ella rió y me lanzó una de las almohadas que yacían en la silla.

—He encontrado mi corazón —bromeó—, al parecer sí existía.

—Ya había perdido las esperanzas de que eso sucediera, felicidades.

—Gracias, tabla —expresó con tono burlesco.

Cometí un gravísimo error al decirle a Eve sobre el ridículo apodo que me había puesto Castiel, el pelirrojo mejor amigo de Lysandro, cuando estudiaba en el Sweet Amoris. Debía admitir que no era muy agraciada con respecto al busto y eso saltaba a la vista, pero había mejorado. Ahora tenía curvas y, según mi amiga, un precioso culo respingón.

Era consciente de que a Lysandro no le interesó mi físico, lo conocía perfectamente y él no era el tipo de chico superficial; sin embargo, ahora que ya no era tan escuálida y se remarcaba mi figura de mujer, esperaba impresionarlo.

Sálvame [CDMU, Lysandro].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora