Capítulo 5

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—Si no amara tanto a Sayumi le devolvería a ambas —aseguró Erena entregando los expedientes en que había trabajado toda la mañana a Shizune, que la miraba casi con pena.

—¿Has escuchado de la memoria celular? —preguntó la mayor cambiado, aparentemente, de tema.

Erena lo pensó, ella también era médico así que no le era por completo desconocida, pero lo cierto era que no se había interesado en ello, así que no sabía mucho, realmente.

»Dice que, incluso antes de que nuestro cerebro lo haga, nuestras células pueden recordar lo que hemos vivido. Nuestras vivencias antes de nacer son causantes de algunos de nuestros traumas —explicó la mujer—. Puede que no sea consciente de ello, pero, según esta teoría, Narumi puede recordar haber sido abandonada por su padre y por su madre... No creo que ella odie eso que siempre ha deseado, tal vez está solo asustada de que su madre la deje de nuevo, por eso intenta cerciorarse por todos sus medios de que la amas y jamás vas a abandonarla.

Eri lo pensó con detenimiento. La teoría tenía sus fundamentos, y puede que las cosas con esa niña fueran justo como su hermana decía. Pero no encajaba del todo. Sayumi también había sido abandonada por su madre, no por propia voluntad, pero así había sido; y sus actitudes eran completamente diferentes.

»Estás comparándolas —señaló la ninja abrazando un cerdito viejo—. Sakura no esperaba a Narumi como tú esperabas a Sayumi. Ella, desde el principio, puso sus reservas ante su situación. Sayumi fue amada desde antes de nacer, Narumi no.

—¿De qué estás hablando? Sakura no...

—¿En serio crees que la conocías? —preguntó la discípula de Tsunade—. Cuando dijimos que estaba loca no jugábamos. Sakura tenía una personalidad peculiar porque no podía ser de otra manera, estaba enferma, mentalmente hablando. En realidad no era egoísta, ella necesitaba tenerlo todo para ser medianamente feliz. O al menos es así como las cosas funcionaban en su cabeza.

»Durante todo el embarazo la mantuvimos bajo jutsus ya que no podía seguir su tratamiento médico sin hacerle daño a su hija, y aún bajo hipnosis potentes ella se las arregló para dejarle claro a ese ser no nato que no lo quería. De hecho murió después de intentar sacarla a la fuerza de sí. Eso fue poco antes de que tú dieras a luz.

La expresión de Erena era preocupación pura, era imposible que aceptara tales explicaciones. Ella había crecido con la pelirrosa, así que le costaba trabajo imaginándola de esa manera. Fueron mejores amigas siempre, hasta que ella y Sasuke se enamoraran, entonces la relación cambió, pero Erena lo atribuyó a que ella pasaba más tiempo con su amado que con su amiga.

«Yo podría hacerlo mío, si quisiera» recodó la manera burlona y amargada en que le dijo eso que ella había creído una broma «pero somos mejores amigas, por eso me mantendré un poco al margen»

Luego de aquello le había confesado con tremenda sonrisa que no había logrado mantenerse al margen, que Sasuke y ella le habían sido infieles justo cuando el Uchiha le proponía matrimonio. 

Sasuke no pudo negarlo, aunque alegó que estaba demasiado ebrio y no recordaba demasiado. Erena tuvo que tragarse el sí a la propuesta y también la noticia de que esperaban un hijo.

—Ella en serio estaba loca —concedió Erena—. ¿Qué enfermedad padecía?, ¿será que es hereditaria?

—¡Erena! —habló fuerte la directora del hospital en que ahora trabajaba. 

Tsunade había renunciado a su secretaria por tener una atención médica de mayor calidad. Shizune, además, era la encargada de la escuela de artes médicas de la aldea.

—Lo siento —dijo la chica sin sentirlo realmente—. Pero estoy preocupada de hacer que mis hijos convivan con una posible loca.

—Ella no es una posible loca, es solo una niña que necesita amor y paciencia.

—Pues dime dónde comprarla, porque te juro que la paciencia que me queda está agotando su existencia.

—Si la amaras no necesitarías paciencia —aseguró la mujer soltando a TonTon y recogiendo un puño de papeles que llevaba a la academia de medicina ahora que había terminado sus deberes administrativos en el hospital—. Ikki no es la cosa más tranquila que hayamos tratado y le tienes mil de paciencia.

—¡Oye! —se quejó Erena al escuchar la crítica a su pequeño demonio. 

Aunque era realmente cierto, ella no consideraba que necesitara tenerle paciencia. Posiblemente sí necesitaba amar a esa cría para poder soportarla. Pero, ¿cómo amas la encarnación de la traición de las dos personas que más querías? Era tan difícil que se antojaba a imposible.

—Oh, es verdad —dijo la mujer madura antes de abandonar su propia oficina—. Escuché que Sasuke había vuelto a Konoha, con tu suerte seguro lo encontrarás cuando menos lo esperes y donde menos lo quieras.

—Eres la persona más retorcida y cruel que conozco, bruja —dijo la menor entendiendo que la otra se burlaba de ella.

Shizune se rió fuerte y se fue dejando realmente preocupada a esa cría que había adorado ver crecer.

*

Erena odiaba lo sabia y acertada que era Shizune. Esa mujer tenía boca de profeta, sobre todo cuando se trataba de su mala suerte; lo comprobaba ahora que estaba frente a frente con eso que no quería ver, y la situación era peor que lo peor que se había aventurado a imaginar.

Sasuke estaba de pie en la entrada a la escuela, platicando con un par de falsas gemelas y otro puño de niñas que le miraban muy emocionadas.

El estómago de Erena se hizo nada, y sudó tanto que no fue difícil para Ikki escapar de la mano que le sostenía.

—¡Vamos a casa, Sayumi nee, Narumi nee! —gritó el chiquillo que corría emocionado hasta sus hermanas.

—¿Viniste solo? —preguntó Sayumi e Ikki negó con la cabeza.

—Mamá fue por mí al colegio y vinimos por ustedes —informó abrazado a su hermana querida.

—Sasuke sensei —habló Sayumi tomando la mano al pequeño y jalándolo consigo hasta el mencionado—. Él es Ikki, mi hermanito... ella es mi mamá —informó apuntando a una que no lograba moverse de donde estaba, Erena no podía huir dejando atrás a sus amados hijos—, se llama Erena Senju.

Sasuke le miró fijamente, hacía bastante que no la veía y estaba conmocionado por la situación que veía. Su amada Erena era madre de tres niños, esas gemelas que había estado feliz de conocer y otro niño.

—Erena —habló el hombre caminando hasta ella, haciéndola retroceder mientras negaba con la cabeza—. Erena, ¿ellos...?

—No —susurró una mujer que, intentado protegerse, estuvo a punto de olvidarse de los tres niños que le miraban confundidos y preocupados por la expresión que mostraba—. Ni siquiera imagines nada, ellas nada tienen que ver contigo, ni yo... No te acerques.

Sasuke la miró dolido, era demasiada la pena que su amada reflejaba, y él sabía bien que era solo su culpa. Pero no se quedaría al margen, no cuando estaba seguro de había algo que los había unido siempre y para siempre los uniría.

—Soy su padre —dijo el ahora sensei—, no vas a lograr que me mantenga al margen.

—Si te acercas a ellos voy a matarte —amenazó la mujer temblando de rabia. No se creía tal cinismo de ese hombre.

—Suerte con eso —dijo el hombre descaradamente—, porque en el estado que te pones solo por verme no será fácil lograrlo, y no voy a quedarme fuera de sus vidas.

—¿Qué está pasando? —preguntó Ikki llegando hasta su madre, siendo seguido por las supuestas gemelas cuando la vieron llorar mientras hablaba con el profesor—. ¿Ese señor te hizo algo?

—Si le hice algo —aceptó Sasuke sonriendo para los niños—. Le dije cuanto la había extrañado y cuando la amo, igual que a ustedes. Niños, yo soy su papá. 


Continúa...

RECUPERANDO LA FELICIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora