"Sal de ahí" me repetía mi cabeza una y otra vez, a la que ante todo yo ignoraba. En realidad quería salir de allí. No quería seguir observando aquella escena. Pero no podía moverme, estaba paralizada, quizá ante el pánico, quizá ante tanta sangre junta, o quizá ante la idea de que con un solo movimiento me descubrieran y yo acabara igual que aquella pobre víctima. Hice un pequeño movimiento hacia atrás, sin dejar de mirar la escena y el atacante se giró veloz hacia mí. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo acompañando unos fuertes latidos que podia oir sin esfuerzo alguno, mi respiración había desaparecido y volvía a estar paralizada. Tras unos largos segundos el atacante se giró de nuevo hacia su víctima que ya no tardó en caer al suelo. Tras eso el movimiento agarró mis pies sin que yo pudiera pensarlo y empecé a correr sin parar hasta estar bien lejos de aquel lugar.
Llegué a la ciudad nuevamente y empecé a recuperar la respiración como podía. Estaba muy nerviosa y todo el mundo parecía notarlo por la mirada que me echaban. Puse las manos en las asas de la mochila y apreté con fuerza mientras caminaba mirando al suelo y respirando hondo. No quería llegar a casa, no quería preguntas. Me metí en una cafetería y me senté en la mesa más arrinconada que encontré dejando mi mochila en la silla de al lado. Pedí una tila y me eché sobre la mesa, mirando a la gente, intentando distraerme. Cerré los ojos en un intento de evasión.
Sangre.
Los abrí de nuevo cogiendo aire nerviosa, y los volví a cerrar.
Sangre. Dolor. Tortura.
Estaba a punto de gritar cuando el camarero llegó con la tila y me interrumpió.
-¿Estás bien?- Preguntó preocupado.
-Sí, sí, solo son... problemas de pareja- Mentí. El camarero se fue insatisfecho con mi respuesta.
Miré fijamente la tila respirando hondo nuevamente y sujeté el vaso caliente entre mis dos manos, bebí un poco, notando como el camarero me miraba desconfiado desde la barra mientras secaba unos vasos. Terminé de beber y busqué el monedero en la mochila, ví una luz en el móvil, tres llamadas perdidas de Ethan. "Me has dejado plantada, vete a la mierda", pensé. Dejé el dinero en la mesa y salí de allí bajo la atenta mirada del camarero.