El sol comenzaba a asomar por la ventana.
No había conseguido dormir en toda la noche. Cada vez que cerraba los ojos aquellas imágenes venían a mi cabeza, por esa razón en realidad ni siquiera había intentado dormir. Había permanecido toda la noche con la luz encendida y los ojos como platos, distrayendo mi mente con una serie desde las 4 de la tarde.
Apagué el ordenador y me levanté de la cama quedandome parada al sentir un leve mareo. Cerré los ojos para estabilizarme.
Sangre.
-Esto es una mierda- Musité abriendo los ojos y dirijiendome al armario.
Saqué unos vaqueros negros rotos y una camisa de cuadros rojos y negros. Luego fuí al baño y me lavé la cara empapándola bien, cerrando los ojos, dejando que las imágenes llegaran.
No veía nada claro, solo imágenes borrosas, movimientos rápidos y parados a la vez, y el recuerdo estaba bañado de rojo. Abrí los ojos y me enjuagué la cara mirándome con miedo en el espejo, a mí y a mis ojeras.
Recurrí al maquillaje, cosa que nunca antes había hecho, me pintaba, pero solo los ojos. Después me vestí con la ropa que antes había sacado junto a unas converse negras y me preparé un café bien cargado.
El reloj de la cocina marcaba las 7:10, mi hermano debía de estar a punto de levantarse.
Un fuerte ruido en el pasillo significaba que ya lo había hecho.
Salí corriendo al pasillo con el café en la mano para ver que había pasado, allí encontré a Scott agachado recogiendo canicas y unas 300 canicas más por todo el suelo. Simplemente reí y seguí bebiendo observando la escena.
-Podrías ayudar- Dijo Scott molesto.
-Estoy mejor observando- Contesté soltando unas risas.
Aquél era mi hermano mayor, aunque solo por dos minutos.
-¡¿Pero que has hecho?!- Exclamó mi madre observando el suelo atónita.
Ese era mi momento para desaparecer. Le dí un último buche al café y agarré la mochila.
Salí por la puerta oyendo a mi madre y el ruido de las canicas.
Lo único que no me gustaba de ir al instituto hoy, era tener que ver a Ethan, le evitaría, pero él insistiría.
Llegué temprano, a penas había unos pocos en el exterior, me senté en el césped bajo un árbol dejando la mochila a mi lado y saqué el móvil y los auriculares para escuchar música mientras esperaba.
La gente empezaba a llegar, entre ellos ví a Nadia, mi mejor amiga. Le hice una señal con la mano mientras me quitaba los auriculares. Nadia era pelirroja, de piel clara, y ojos verdes. Delgada y no muy alta pero tampoco baja, y bastante guapa.
Se sentó en frente mía con cara de preocupación.
-¿Te pasa algo?-
-¿No te has enterado?- Respondió alarmada.
-¿De qué?-
-Han asesinado a Leo- Terminó Ethan apareciendo detrás de Nadia.
Me quedé blanca.
Sí, claro que me había enterado, me había enterado antes que nadie, yo lo había visto, lo que no me había dado cuenta era que fuera él.
Cerré los ojos recurriendo al recuerdo.
Sangre.
Muerte.
Leo.
Yo había presenciado la muerte de uno de mis mejores amigos.