i. - »it smells like christmas.

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Let your heart be light

From now on,

our troubles will be out of sight […]

Here we are as in olden days,

Happy golden days of yore.

Faithful friends who are dear to us

Gather near to us once more.

Through the years 

We all will be together,

If the Fates allow

Hang a shining star upon the highest bough.

Have Yourself A little Merry Christmas – Hugh Martin.

 

Soplé el humo proveniente de mi humeante café con leche. Situé ambas manos a los lados de mi taza y me la llevé a los labios, donde hizo su camino a través de mi garganta, calentando interiormente mi cuerpo. La verdad es que sentaba bien un buen café en pleno invierno, es uno de los pequeños placeres de aquella estación. Miré alrededor de tiffy's, la cafetería que yo frecuentaba cada fin de semana; vacío. Supongo que sería por eso que iba allí, siempre tenía algo en lo que pensar y qué mejor manera de hacerlo que en un lugar plenamente pacífico y sin disturbios. Miré por la gran cristalera que rodeaba la cafetería y mis ojos color canela escanearon el ambiente londinense.

Para todo el mundo Londres era la ciudad más idílica que jamás haya existido, obviamente Londres es precioso, tiene monumentos espectaculares y acuna a muchísimas personas a lo largo del año pero, el tiempo era un fenómeno contradictorio; raro era que hubiera un día completamente soleado en Londres.

Mis ojos se posaron en los trabajadores poniendo las luces de navidad, ésas que todo el mundo adora y se queda mirándolas. También observé a los concejales encargados de los festejos mirando en sus agendas y charlando con los responsables de la instalación luminosa. El ambiente que se respiraba sólo gritaba una cosa: Navidad.

La Navidad siempre había sido de mis fiestas favoritas, ya sabéis, la típica que incluía comer turrón, hacer compras navideñas, poner el árbol de navidad y cómo no, las famosas cenas familiares.

Desvié mi mirada hacia el parque que había cerca de tiffy's y visualicé a un niño pequeño, jugando con un pequeño avión teledirigido. El chico llevaba varias capas de ropa. Ahogué una risa al ver a la madre del susodicho añadía un pequeño y grisáceo gorro de lana a la cabeza del infante. Éste, forcejeaba, y con toda la conmoción el mando que llevaba el niño en la mano se cayó al nevado suelo y esto provocó que el avión que estaba dirigiendo perdiera el control y adentrara a los desnudos brazos del árbol anteriormente frondoso del parque y quedara ahí arriba. El pequeño, al darse cuenta de lo sucedido comenzó a llorar. El llanto era realmente desgarrador, casi podía sentir su rabia.

La madre del pequeño intentaba consolarlo, sin conseguir un resultado positivo.

Suspiré y, centrando mi vista de nuevo en mi café decidí comerme la última pasta de té que me quedaba; metí media pasta en el café y la devoré con gusto, dejando que la pasta almendrada se mezclara con el café en mis papilas gustativas.

Volví a mirar de reojo la escena anterior y vi algo que me sorprendió: había un joven de unos veinte años, subido al mismo árbol en el que el pequeño había embarcado su avión. Observé cómo escalaba con agilidad el tronco y cómo bajaba con facilidad.

Mis ojos sólo podían divisar un fino chaquetón beige, el cual me dio escalofríos por la tela delgada de la que estaba hecha y el frío que daría con éste tiempo, unos pantalones grises abrazando unas esbeltas piernas, con unos zapatos blancos. Su pelo rubio sucio, desvelaba unas castañas raíces adornando su cabellera trasera y su tez casi tan blanquecina como la nieve que se esparcía por los alrededores. Al bajar el individuo con el avión del infante, visualicé la cara de felicidad del pequeño; como todas sus facciones eran expandidas por la sonrisa que expresaba su rostro. Luego miré al individuo que le tendía el avión, tenía una espalda medianamente ancha, pero sus facciones no estaban compensadas, debido a su cadera estrecha y menuda. Alcé mi vista y visualicé unos ojos pacíficos; parecían un gran mar en calma tras una tempestad. Aunque sus ojos eran algo intimidantes, su sonrisa desprendía amabilidad y un reconfortante sentimiento hogareño.

Incluso con la escasa cantidad de capas que llevaba, seguía manteniendo una bonita sonrisa.

Me reservé una pequeña sonrisa y saqué de mi bolso un ejemplar de El sueño de una noche de verano de Shakespeare. Lo abrí por la página de la cual había doblado una esquina.

Entre párrafo y párrafo alzaba la vista para entornarla hacia el chico que había ayudado al pequeño a recuperar su avión. Sólo pude observar cómo hablaban la madre del infante y él. Parecía como si se conocieran, él no paraba de negar con la cabeza a algo que ella insistía. No entendía lo que era. Él alzaba las manos en señal de firmeza pero ella le cogió la mano, se la abrió y le puso algo en ella...dinero.

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hiiiiiiiii, bueno, esto no estaba previsto pero...¡sorpresaaa! tenía unas ganas inmensas de subir el primer capítulo porque he estado viendo que habéis comentado y la verdad estoy muy feliz porque os está gustando y :') ¡gracias a todas las que votáis y comentáis! Quería darle las gracias a gotocheshire porque me hizo la portada y se me olvidó decirlo en el prólogo (sara, ¡artista!). Y quería dedicarle este primerísimo capítulo a thosewhitenights porque fue la primera en comentar y todo sdjòk. Si queréis que os dedique el próximo decídmelo en los comentarios c: Creo que eso es todo(? espero que os haya gustado el capítulillo y si estáis confusas muahahaha, eso es lo que quería conseguir *se frota las manos*

Escombros. | n.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora