ii. - » cold nights and unsent letters.

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And the hardest part

Was letting go not taking part

Was the hardest part

And the strangest thing

Was waiting for that bell to ring

It was the strangest start

I could feel it go down

It is sweet I could taste in my mouth

Silver lining the clouds

Oh and I

I wish that I could work it out.

The Hardest Part. -Coldplay.

Me encogí de hombros pensando que así podría meterme aún más en mi abrigo y disminuir el frío que había surgido de repente. Miré a mi alrededor y el ambiente navideño ya había desaparecido, dejando tras de sí calles solitarias únicamente adornadas con la brillante luminosidad de las luces navideñas y el color dorado bañando las aceras provenientes de las escasas farolas repartidas a mitad de cada manzana.

Miré el reloj en mi muñeca izquierda; marcaba exactamente las siete de la tarde. Una de las pocas pegas de vivir en Londres era que a las siete ya anochecía, y tenías que ir pitando a tu casa. Me aferré más a mi bolso y aceleré el paso. Mis zapatos se hundían en la crujiente nieve y pensé que si estuviera cometiendo un crimen, mis pasos me hubieran delatado por completo.

Hablar de crímenes u otros similares cuando estás en una calle desierta y está anocheciendo no es buena idea al menos que te llames Willow Bane; entonces es totalmente normal.

Empecé a tararear una canción para distraerme cuando tropecé y caí de rodillas a la nieve.

Genial, mascullé. Me levanté y me sacudí la nieve que se acumulaba en mis tejanos y miré hacia delante, fijándome en cómo todo el contenido de mi bolso se hallaba tendido en la fría nieve. Suspiré en tono de frustración y comencé a recogerlo todo, mis llaves, mi estuche de maquillaje, mi monedero, mis gafas de sol....y..¿y mi libro?

Empecé a mirar frenéticamente a ambos lados de la calle, y no encontraba el libro. Ése libro era el favorito de mi madre, si lo perdía, no me lo podría perdonar jamás. Las lágrimas amenazaban con salirse de mis órbitas hasta que escuché una tos forzada y me giré.

-Buen libro.- dijo, acercándose a mí y estirándome el brazo para que lo cogiera.

Mi instinto de supervivencia me hizo retroceder un paso, y él puso una mueca.

-Tranquila, no me como a nadie, prometido.- respondió, alzando las manos en señal de inocencia.

Yo débilmente asentí y tomé el libro en mis manos e inconscientemente lo apreté fuertemente contra mi pecho.

-Gracias.- susurré, con una pequeña sonrisa.

Él hizo un pequeño asentimiento con la cabeza y me sonrió; enseñando su perfecta dentadura y volviéndome a brindar esa sensación de confortación.

Llevaba el mismo abrigo fino, aunque, ahora lo llevaba abrochado. El silencio de la calle era adornado con el sonido del chico frotándose las manos entre sí, y por el castañeo de sus dientes. Al tenerlo más cerca, observé que tenía la cara ligeramente tiznada de negro, y me pregunté que qué habría estado haciendo para que su cara tuviera tal aspecto negruzco.

Fui aumentando la distancia entre nosotros de forma disimulada y me giré para rehacer el camino de vuelta a casa.

Al llegar a casa, colgué mi bolso en la entrada y fui directamente al baño, necesitaba un baño, y rápidamente. La nieve me había calado las rodillas y en breve el frío se expandiría por todo el cuerpo.

Escombros. | n.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora