Ala este

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-Tierra llamando a Valeria.

Pero no fue hasta que Yena chascó sus dedos frente a mi cara que reaccioné.

-¿¡Que pasa!?-pregunté exasperada.

Ambas se miraron entre ellas y se levantaron, antes de irse, Amelia me susurró al oído

-Es que ahora aquí sobramos.

Rápidamente me giré y lo vi. Venía hacia mi. No me moví, esperé hasta que se sentó a mi lado para lanzarle los brazos al cuello. Él me abrazó con fuerza mientras yo jugaba con un mechoncito suyo de cabello, tan rubio que parecía blanco.

Cuando oímos un carraspeo excesivamente alto nos separamos y miramos al frente, topándonos con el profesor, que estaba con los brazos cruzados y su famosa mirada de enojo. Todos a una, como si lo hubieran planeado, la clase entera se giró hacia nosotros.

-Si son tan amables de sentarse en sus respectivas sillas, podrá dar comienzo la clase.

Nos bajamos de la mesa todo lo despacio que pudimos y nos sentamos en las sillas, pero lo hicimos al revés, mirando a las chicas, que se estaban partiendo de la risa.

-Ah, bien,¿se creen muy graciosos?-soltamos una carcajada-¡Fuera, y no vuelvan mas!-acabó gritando.

Aun riéndonos, cogimos nuestras cosas y salimos de la clase acompañados por las risas de los demás. Echamos a correr por el pasillo hasta el ala este del instituto, el ala abandonada. Nadie sube allí, corren rumores de que ahí hay un ente maligno y que todo el que ha subido y se ha atrevido a adentrarse en sus pasillos nunca jamás a vuelto. Se dice que hace dos años un tal Engel desapareció y desapareció en este instituto, se sabe por los periódicos que es cierto que desapareció y eso hizo que los alumnos que se hacían los graciosos haciendo ruido en el ala este dejaran de ir por ahí. En cambio los profesores no suben por miedo a que haya un derrumbe y se  vea afectado todo el colegio.

Al llegar arriba le cogí  la mano con fuerza a Sebas, también nosotros creemos que está encantada. Entramos en la primera habitación, ya que es de día está totalmente iluminada, sino, yo nunca me habría atrevido a entrar.

En la habitación no había nada, solo una capa de polvo. No se porque los profesores temen que se derrumbe, parecía estar en perfectas condiciones. Aunque solo hemos entrado en la primera sala. Por muy valientes que seamos, no nos atrevemos a adentrarnos más. El ala este es tan grande como el resto del instituto y si nos perdemos, nadie vendría a buscarnos aquí arriba.

Sebas sacó una manta de su mochila y la extendió en el suelo. Ambos nos tumbamos sobre ella y nos tapamos con otra que saqué de mi bolsa.

El suelo era bastante incómodo, intenté encontar una buena postura. Me puse de lado y apoyé la cabeza en su pecho. Noté sus brazos en torno a mi cintura y cerré los ojos. No era una postura muy cómoda, pero aún así no nos movimos. Me encantaba estar con Sebas, el es mi otra mitad, no podría vivir sin el, le quiero demasiado.

Así, pensando en el, me quede dormida.

{Estaba en una habitación del ala este, pero no la que yo conocía, esta estaba semiderruida, le faltaba una pared y había un par de sillas rotas tiradas por el suel. En el centro se encontraba un pozo, uno muy antiguo, me pareció normal verlo, este instituto fue construido a principios del siglo XIX. Pero, de dentro salían murmullos, un montón de voces hablando al mismo tiempo, ininteligibles. Me comía la curiosidad, ¿Que habría dentro?¿Habrían niños? Alomejor antes cuando te castigaban tenías que pasar un rato dentro del pozo. ¿Y si se ahogo alguien y por eso cerraron toda el ala?¿Hay más habitaciones como esa en el ala? Con pozos y sillas rotas, trozos de pared por todas partes. No quería ni pensarlo. Algo tiro de mi, a lo lejos oí que alguien gritaba mi nombre, era Cuatro. Salí al pasillo, pero no lo reconocí, no era el pasillo central, este no tenía salida, me giré y seguí avanzando, entré en más salas, todas eran iguales. Caminé lo que me parecieron horas entre las paredes amarillentas, antaño blancas. Mis zapatos producían ruido a cada paso que daba, pero no eran los únicos ruidos que se oían. De todas las salas salía ese murmullo. Empecé a correr, quería salir de aquí, llegar hasta Cuatro y no volver a subir nunca más al ala.

Al fin di con el pasillo central, ahí estaba Cuatro, haciéndome gestos para que me diera prisa. Al estar a tres metros abrió los brazos. Yo corrí más rápido,dispuesta a lanzarme a sus brazos cuando el suelo a mis pies se derrumbó y empecé a caer. Cerré los ojos justo antes de aterrizar en el suelo.

traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora