Hola.
Seguramente han escuchado todo ese tipo de cuentos a cerca de cosas sobrenaturales. Hoy día están muy de moda aquellas historias sobre semidioses, magos y hasta ángeles caídos galanes, que tienen como misión salvar al mundo del mal que lo acecha, aunque lo que logran es enamorar
a las chicas y llenarlas de fantasía.
Lo que les contaré a continuación no es una historia de héroes que realizan grandes hazañas, pero se trata de mi propio héroe.
Mi nombre es Samantha, tengo 15 años y vivo en una pequeña ciudad; mi casa, con respecto a las otras, puede considerarse una mansión. Mis padres me contaron que pudieron comprarla debido a que el matrimonio que vivía allí perdió a su hijo en un desafortunado accidente, por lo que decidieron mudarse a otra ciudad y otorgaron a la casa un precio accesible para así deshacerse de ella lo antes posible. En la escuela a la que asisto están los típicos grupos que hay en cualquier colegio: los populares, los deportistas, los genios informáticos, los marginados, etc.; yo hago parte de los llamados "populares", pero en realidad soy alguien totalmente normal. Me considero a mí misma esa conocida como "The DUFF" (Designated Ugly Fat Friend- Amiga fea y gorda designada), algo así como la impopular de los populares, lo peor de lo mejor. Mis amigos destacan socialmente, yo lo hago a nivel académico. Siempre he sido alguien alegre, casi todo el tiempo estoy riendo y haciendo reír a los demás; ayudo a todo el que me lo pide, busco soluciones a sus problemas; sin embargo, cuando se trata de mí todo es más complicado, me guardo el dolor, la tristeza, me trago mis problemas y convivo con mi soledad, acompañada de mi ligera gran obsesión con todo lo referente a ángeles.
Desde pequeña oía ruidos y cosas extrañas en mi casa, pero nunca percibía esa sensación de miedo o amenaza; en cambio, sentía ese reconfortante calor de hogar, ese que te hace saber que estás protegida. Recuerdo ocasiones en las que me dormía con la ventana abierta y sin cobija; al despertar la ventana estaba cerrada y yo arropada. Sabía que no habían sido mis padres, ya que siempre he estado acostumbrada a cerrar con llave la puerta de mi habitación, y no es como si
ellos se preocuparan tanto por mí. Ocurrían cosas similares y a medida que iba creciendo
lo notaba más; alguien cuidaba de mí.