A la mañana siguiente seguí mi rutina normal y aburrida, hubo unos cuantos exámenes en el colegio y mis amigos estuvieron todo el rato hablando de la fiesta de la escuela que estaba programada para el sábado de la semana próxima, a la que teníamos pensado ir.
Por la tarde decidí salir a trotar para despejarme un poco, cuando iba por el parque estaba muy cansada, así que puse mis manos sobre mis rodillas para recuperar la respiración, y justo al levantar la vista mis ojos se encontraron con los suyos. Mi desconocido. Estaba sentado en un banco y me dirigía un saludo, miré detrás de mí para asegurarme de que no se tratara de alguien más, pero sólo estábamos él y yo. Me acerqué a donde estaba y le devolví el saludo.
-Hola.
-¿Cómo te llamas?- dijo repentinamente.
-Samantha, pero todos me llaman Sam. ¿Y tú?
-Mi nombre es Pablo, mucho gusto.-Me tendió su mano. Al apretarla sentí un calor dulce y conocido, él lo notó. Aparté mi mano con timidez.
-Pablo. Es un buen nombre. Y, ¿eres de por acá? Porque no creo haberte visto.
-Sí, sólo no salgo mucho. Pero no hablemos de mí, sino de ti; oí que te gustan los ángeles, ¿es cierto?
Mis mejillas se tornaron de un rosa escandaloso –Ehh sí, ¿cómo es que lo sabes?
-Lo escuché cuando platicabas con tu amiga. Por cierto, soy un experto en ese tema.
-¿Qué? ¿En serio?- titubeé un poco.
-Por supuesto, sé casi todo sobre ellos, sus majestuosas alas, sus rangos, los caídos, la descendencia de estos últimos conocida como los nephilim, y toda esa cuestión. Es complicado, pero fascinante.
Wao, lo admito. Estaba realmente sorprendida y maravillada. – ¡Eso es fantástico! No había conocido a alguien con conocimientos y gustos similares a los míos.
-Jajaja bueno, creo que hoy es tu día de suerte.
Su risa fue una carcajada sin igual. Era ronca. Y sexy.
-Sí... yo también lo creo. Pablo, lo lamento, debo regresar a casa. Fue un placer conocerte.
-Lo mismo digo pequeña Sam, espero verte pronto.
Disculpa, ¿"Pequeña Sam"? ¿Quién me llama así? Me resultó extraño, pero pensé que lo mejor era no darle importancia y me marché. No dejé de pensar en esa pequeña conversación.
Al llegar a casa encontré a mis padres discutiendo (como siempre); los saludé, me ignoraron y seguí mi camino hacia mi habitación.
