Al día siguiente les conté todo a mis amigas; ellas estaban ansiosas por conocerlo. Al llegar a casa encontré a mis padres discutiendo (otra vez), pero esta vez no me ignoraron. Me regañaron porque supuestamente llegaba tarde; permanecí callada y, cuando por fin terminaron de hablar, subí dando zancadas hacia mi habitación. No pude salir a trotar, ni encontrarme con Pablo. Fue
un día terrible.
El viernes por la tarde estaba ansiosa por salir a correr y encontrar a mi galán en el parque; pero esta vez fue diferente.
Al llegar al lugar habitual no lo vi. Miré a mi alrededor y nada, sólo había una rosa amarilla en el banco donde lo vi el día que empezamos a hablar. Me acerqué y tomé la flor, inspiré el magnífico olor de sus pétalos. Respiré vida. De pronto unos grandes brazos me rodearon desde atrás; sus labios rozaban mi oreja susurrando unas cálidas y tiernas palabras -Aquí estas pequeña Sam.
Un calor se apodero mí. Esas palabras trajeron a mi mente recuerdos que ni siquiera sabía que tenía. Las cobijas, los besos en mis heridas, las caricias en mi cabello cuando me dormía, esa sonrisa cómplice que veía cada que hacía travesuras, la peculiar forma de llamarme. Ahora todo tenía sentido (si se puede decir así). Era él.
Saqué la foto de él con sus amigos del bolsillo de mi sudadera. Desde que la encontré la llevaba conmigo a cualquier lugar.
-Eres tú, ¿cierto? El chico que vivía en mi casa. El chico que...-Mi voz se quebró debido al llanto que abrumaba mi garganta. No pude terminar la oración. No quería aceptarlo. Decirlo lo haría más real.
Él tomó la foto y la observó; una media sonrisa apareció en su rostro para luego volver a la tristeza; dio un largo suspiro. Hubo un silencio de tal vez 10 segundos. Para mí fue una eternidad; pero por fin respondió.
-Sí, soy yo.
Estaba impresionada. No podía hablar. Millones de pensamientos revoloteaban por mi mente. ¿Cómo era esto posible? Tenía que entender, así que busqué valor y pregunté.
-¿Cómo se supone que sucedió esto?
Él lucía casi tan mal como yo, pero sabía que necesitaba respuestas, por lo que me contó su historia.
-El día del accidente hice una fiesta en mi casa junto con mis amigos; todos estaban divirtiéndose. Había chicos, chicas, juegos, hasta alcohol. Mis padres llegaron a casa, estaban molestos porque no había avisado que tenía planeado hacer una fiesta, entonces apagaron la música y corrieron a todos. Comencé a discutir con ellos, les dije que estaba cansado de que controlaran mi vida. Estaba cegado por la ira, así que salí, tomé mi auto y partí de ahí a máxima velocidad; lamentablemente los tragos que había tomado me pasaron factura. Terminé estrellándome con un árbol. Mi muerte fue prácticamente instantánea; podía sentir como el mundo se detenía para mí y una luz blanca se hacía más grande frente a mis ojos.-Pude ver como una lágrima escapaba de su ojo y resbalaba por su mejilla- Cuando desperté estaba en un lugar lleno de paz, sí eso era, paz absoluta. Un ser alado bajo de lo alto y me dijo que, aunque había llegado mi hora, todavía tenía una tarea en la tierra.
Después esperé y esperé en lo que había sido mi hogar; hasta el día que llegaste. Ahí supe cuál era mi misión: protegerte. Y desde ese día ha sido mi gran y única prioridad. – Levantó la cabeza y me miró con esos ojos que hacían que mi mundo diera una vuelta.
En serio no lo podía creer. El chico que me gustaba de verdad era en realidad el encargado de protegerme, quien había fallecido hace ya 10 años.
-No es justo.-dije mientras las lágrimas comenzaban a brotar de mis ojos.
Él las limpió con su pulgar y sostuvo mi rostro entre sus manos
-Lo sé, yo también estoy sufriendo. Pero debemos aprovechar cada momento que tenemos. Y practicar para ese baile
-¿Aún iremos?- Dije titubeando
-¡Por supuesto que sí mi pequeña!
Me abrazó y sentí como la tristeza y el dolor desaparecían. Tenía que disfrutar a mi chico. Y esa fue la mejor tarde que he vivido.