- ¿Qué es eso?
- Me gusta la ropa holgada. - Ada sonrió al mirar lo que llevaba puesto
- Eres una desagradecida. - Su madre parecía expulsar veneno, un veneno tan intenso que costaba mantenerlo dentro.
- ¿Por qué? ¿Acaso se debe a que me asocio con gente negra?
- No, el problema está en... - No podía afirmar que le desagradaba la idea de que su hija pudiera ser negra, pero lo hacía.
-¿Querer ser como ellos? ¿Qué está mal con eso, mamá? Quizas no me agrade tanto ser rubia, y ser tratada como una imbécil. O ser rubia y una imbécil.
- No lo eres. -suspiró tratando de arreglar todo lo dicho. Pero Ada ya estaba ofendida.
- Claro que no, la única rubia imbécil eres tú. - ¿Por qué había contestado de esa forma? No lo sabía, solo sabía que su madre se encontraba enardecida de cólera e iba a golpearla en cualquier momento. Apretó fuerte los ojos, esperando el impacto pero este nunca llegó. Al abrirlos, su madre estaba frente a ella, con su rostro bañado en tinta roja y los puños apretados.
-Solo agradece haber nacido rubia. Te aseguro que no te gustaría ser negra, querida hija. - tras decir eso, salió rápidamente hacia su habitación.
- Tampoco me gusta ser rubia. - murmuró por lo bajo, pero su madre no alcanzó a oirlo.