Michael
Hay quienes afirman que las mujeres son iguales, y fáciles de predecir a causa de sus hechos o su habla. Intenté probar esa teoría, intenté descifrarte. Y, de hecho, llegué a la conclusión de que eres como la luna.
La forma más sencilla de explicarlo es, afirmar llanamente que ni he podido descifrarte, a veces te encuentras allí, totalmente iluminada por la luz de otros, otras veces te muestras a medias, como dejando salir levemente quien en realidad eres. Finalmente, hay veces en que no estás, y cuando no estás, es cuando en realidad estás. Te dejas ver completamente tal como eres, pero a nadie parece importarle, nadie te ve y por eso ese precioso momento, es efímero.
A veces me siento ridículo al fijarme siquiera en ti, o por escribirte cartas que nunca te entregaré. A veces creo que si lo hago todo cambiará, perderé ese obsequio que es observarte secretamente, contemplandote como eres naturalmente, sin ningún tipo de actitudes superficiales.
Me siento un idiota por pensarte. Soy un idiota.
Doblé la hoja que contenía la nota, dispuesto a tirarlo libremente dentro de mi cuaderno. Pero, Francis apareció repentinamente, arrebatándome el papel de las manos. Intenté quitárselo, pero era hábil y leyó la nota completa.
- Amigo, sí que estás enamorado -, rió golpeandome el hombro - hasta resultaste cursi. De hecho, te llevarías bien con Addy si fueras así todo el tiempo, ella se pasa horas viendo novelas románticas y hablando acerca de la importancia del amor.
- ¿Con Addy? - Tartamudeé intentando fingir una sonrisa. La sola mención de su nombre hacía que mis nervios broten.
- Ni lo sueñes, no vas a pasar tiempo con esa rubia tonta. No puedo ni imaginarte cambiándome por ella.
El problema era que yo sí me imaginaba eligiéndola antes que a mi amigo, pero él no debía saberlo.
