Capítulo 1: I still haven't found what I'm looking for

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¡Hola!

Querido lector, muchas gracias por decidirte por este fanfic. Antes de comenzar, me gustaría dejar claros algunos puntos:

- Esta es una historia ficticia, no tiene ninguna base en la relación de los pencos ni en la personalidad de sus familiares.

- No pretendo ofender a nadie con esto. Si alguien se sintiera ofendido me gustaría que contactase conmigo y hablar.

- No tolero el plagio. Me ha pasado con anterioridad y no es de buen gusto, así que, por favor, piensa en el trabajo y el esfuerzo que los escritores ponen en sus obras antes de plagiar su trabajo.

Ahora sí, ¡a leer!

***

Agoney estaba seguro de pocas cosas en la vida. De hecho, podría contarlas con los dedos de una mano. Pero la más importante de todas era...

- ¡Joder! - gritó el chico. - Lo que me faltaba, ¡mierda!

... que había nacido sin suerte.

Efectivamente, y a Agoney le iba muy bien sin la ayuda del Dios de La Fortuna, muchas gracias. Se las apañaba de lujo él solito, no necesitaba al estúpido "destino", como decía su amiga Mimi, para seguir adelante.

El chico continuó con su retahíla de maldiciones mientras se cambiaba de ropa y tiraba la que se le había manchado de café. Negro. Hirviendo. Se miró al espejo de detrás de la puerta de su pequeño apartamento, pensando que si la policía de la moda decidía pararlo hoy le esperaban unos cuantos años de cárcel, pero no tenía tiempo para nada mejor. Y haciendo de tripas corazón, como cada mañana, salió de su pisito compartido con Nerea haciendo el menor ruido posible, puesto que sabía que se había quedado hasta tarde haciendo trabajos atrasados.

Ya en el metro, Agoney miró el reloj de su móvil mientras buscaba una lista de reproducción que le ayudase a despertar. Las siete y media de la mañana de un jueves y la semana empezaba a pesarle, pero se mentalizó de que, como cada día, no llegaría a su casa hasta las dos de la madrugada. Esa era su vida.

Suspirando, recordó esa conversación que había tenido con sus padres tres años atrás, a punto de cumplir la mayoría de edad pero inocente como un bebé.

- ¿Quieres seguir estudiando después del instituto? Pues tendrás que trabajar, Ago. Sabes que, aunque te den la beca, no es suficiente.

...

- ¿Cómo que veterinario? Este niño... ¡Pero entonces tendrás que ir a la península!

...

- Mira, haz lo que te dé la gana. Ya volverás dentro de un mes cuando tengas hambre y la vida te dé una buena hostia.

Y Agoney, con sus santos cojones, había hecho la maleta delante de sus padres (a los que quería mucho, por cierto, porque sabía que solo deseaban lo mejor para él) y se había ido a Madrid a matricularse en la carrera que siempre había querido hacer. Y lo demás es Historia. Como ni sus padres ni él tenían dinero para pagarse un vuelo, llevaban sin verse en persona desde que él se fue de casa, pero los llamaba a menudo. Bueno, una vez al mes. O cada dos. Lo cierto es que la relación se enfrió cuando sus padres se dieron cuenta que habían pasado tres meses desde que el niño vivía en Madrid y no les había pedido ayuda.

Pero eso había hecho a Agoney más fuerte. Además, así no tenía que fingir que todo le iba de perlas y llevaba una vida normal. La única persona con la que podía quejarse era su mejor amiga, Nerea. La chiquitina (aunque era unos meses mayor que él) lo había acogido en su pisito para lo que iban a ser dos semanas mientras buscaba algo que luego se transformaron en tres años. Con ella, Agoney se sentía libre. Podía quejarse de que madrugaba mucho, de que tenía dos trabajos, de que nunca tenía un día libre ni podía salir de fiesta, de que no podía permitirse suspender o perdería la beca...

¿DÓNDE ESTÁ EL AMOR? | ragoney Donde viven las historias. Descúbrelo ahora