Agoney tomó asiento en el sofá mientras Raoul lo rodeaba por detrás. Posó sus manos sobre los hombros del chico, que tembló bajo su tacto. Lo atrajo hacia el respaldo hasta que estaba completamente apoyado en él, y un suspiro fue el único sonido que rompió el silencio ensordecedor de la habitación.
Raoul comenzó a tocarle la base del cuello, presionando ligeramente con la yema de sus dedos. Al cabo de unos minutos, había localizado todos los nudos de los laterales. En la habitación solo se oían dos respiraciones agitadas, bailando acompasadas en una danza que parecía no tener fin.
Cuando el rubio se decidió a empezar por los nudos más cercanos a la mandíbula, apoyó los pulgares en las mejillas del moreno, cubiertas por la barba. Tuvo que reprimir una caricia, quizás un beso. Pero Raoul tenía claro que estaba allí para que las emociones de Agoney no interfirieran en la suyas. Ese era el principal motivo, y estaba seguro que cuanto más se lo repitiese a sí mismo más real sería.
Comenzó a aplicar más fuerza en el masaje, y Agoney llevó involuntariamente su mano a la muñeca izquierda de Raoul, tratando de avisar del dolor que sentía. Peor al hacerlo, rozó la marca del chico.
El catalán jadeó, y su agarre sobre la cara del otro se deshizo. Parecía que sus manos habían cobrado viva propia, porque deslizó la suya encima de la del chico, y la apretó con fuerza.
Agoney, que no se había dado cuenta de cuándo los había cerrado, abrió los ojos. Miró hacia arriba para encontrarse con los de Raoul, color miel.
Ambos chicos boquearon para coger aire, intentando no hacer ruido. No romper la magia del momento. Pero Agoney se dio cuenta de una cosa.
— Me... Me duele menos.
— ¿Eh? ¿Qué? — Raoul sabía que parecía imbécil, pero no podía formar dos pensamientos coherentes seguidos en ese momento. No cuando tenía el chico más guapo del mundo tan cerca, pero a la vez tan lejos.
— Tocarte... Tocarte me relaja. La marca.
El pulgar de Agoney seguía sobre la muñeca de Raoul, acariciándola una y otra vez.
— Recuerdo haber leído algo sobre eso. Alivio del sufrimiento por almas gemelas, sí.
— Por favor... — las mejillas del moreno se tiñeron de un color rosado — Solo... Solo siéntate aquí, conmigo.
El rubio rodeó de nuevo el sillón y se sentó al lado de Agoney, no tan cerca como habría querido. Vaciló, sin saber qué hacer. Odiaba sentirse así, inseguro. Él era una persona con gran confianza en sí mismo, sin pelos en la lengua y sin miedo a protestar cuando la ocasión lo merecía. No acostumbraba a ir con pies de plomo, y esta nueva situación lo estaba matando.
Así que se armó de valor y estiró sus brazos hasta tocar las manos del moreno, que reposaban en su regazo. De esta manera, sentados y con los cuerpos girados para encarar al otro, Raoul nunca pensó que podría entrelazar sus dedos con los del chico.
Pero lo lograron. Agoney, con los ojos cerrados y respirando fuertemente, llevó sus manos unidas hacia su pecho, buscando inconscientemente más contacto, y Raoul se dejó hacer. Se inclinó aún más hacia él, sin atreverse a deslizarse por el sofá y disminuir el espacio que los separaba.
La ansiedad en su pecho se mitigó, aunque nunca desapareció por completo. Minutos más tarde, Raoul comenzó a sentir molestias en su pierna derecha.
— Agoney — el aludido abrió los ojos —. Se me está durmiendo la pierna. ¿Puedes... Puedes acercarte más?
El canario no respondió verbalmente. Tan solo se acercó, permitiendo que sus rodillas se rozaran. Las manos de Raoul ya tocaban la camiseta de Agoney, que permanecía con los ojos cerrados.
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¿DÓNDE ESTÁ EL AMOR? | ragoney
FanfictionEn un mundo frío y solitario donde las almas gemelas existen solo para aquellos que conservan la esperanza, Agoney y Raoul se conocen en el peor momento de sus vidas. Agoney estudia Veterinaria mientras malvive con dos trabajos que le ayudan a cumpl...