Epílogo: ¿Dónde está el amor?

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13 meses más tarde.

El sonido de su teléfono móvil despertó a Agoney, que se levantó de golpe, asustado. Tardó unos segundos en ubicarse, puesto que no notaba sábanas cubriendo su piel ni un colchón mullido bajo su cuerpo. Las paredes blancas y la incomodidad de su camisa y su bata de trabajo le alertó que se había vuelto a quedar dormido sin pretenderlo.

Hacer guardias era duro, y más aún si las hacía sin compañía.

— ¿Sí? — descolgó la llamada.

— Ago.

La voz de Raoul sonaba tensa, temerosa, llena de dudas. Hacía mucho tiempo que ya no portaba esos matices, y por eso el canario se asustó.

— Ay, ¿qué pasa, Raoul?

— Nada, nada...

— Es la una de la mañana, algo tendrá que pasar.

— ¿Echaba de menos oír tu voz?

— Me lo creo, con lo moñas que eres. Pero hay algo más.

Agoney cerró los ojos y se concentró en el cuerpo ajeno. Raoul estaba en casa, su pequeño apartamento en el centro de Madrid, a apenas un par de kilómetros de la clínica.

— ¡Oye! ¡No me escanees! — se quejó el rubio.

— Pues dime qué te pasa, que me estoy preocupando. Un bebé como tú tiene que estar durmiendo a estas horas...

— Esta tarde no te parecía un bebé precisamente.

Un leve sonrojo acudió a las mejillas del moreno, que chistó con la lengua.

— No me cambies de tema.

— Joder, Ago. Que me han llamado.

Agoney suspiró. Pedía paciencia todos los días, porque el chico con el que compartía su vida, lejos de ser todo lo calmado que aparentaba, era un huracán que, cuando se ponía nervioso, no había quien lo entendiera.

— ¿Quién te ha llamado?

— El productor. El productor que me oyó tocar en el restaurante.

En tan solo unos meses, Raoul había hecho todo tipo de audiciones: para boybands pasajeras, protagonistas o suplentes de musical, bandas sonoras de series y películas... Siempre recibía un "Guardaremos tu contacto, eres bueno" por respuesta. Agoney había sido su roca para aferrarse en días oscuros cuando todo parecía ir mal. Ahora era un veterinario que había abierto una nueva clínica junto con Amaia y Alfred, más grande y exitosa. Ricky se les unía en los fines de semana, echando una mano cuando no estaba de viaje con Kibo, en cualquier aventura que, a oídos de los demás, sonaba a auténtica locura.

— ¿El de hace un año?

­ — Sí.

— Pero no volvió por el restaurante — susurró el moreno.

— Me ha dicho que la discográfica no quería sacar algo de mi estilo en ese momento, pero que el sábado harán un casting. Es de puertas abiertas y puede verlo todo el que quiera, pero me ha aconsejado ir. Dice que cree que puedo tener posibilidades.

— ¡Pero eso es fantástico!

— También me ha dicho que no le diga a nadie esto. Se va a presentar gente de todos los estilos, aunque buscan algo muy concreto.

— ¡Dios mío! ¡Qué guay!

— Ay, estoy muy nervioso, Ago.

— No lo estés. Lo vas a hacer genial. Iré a animarte, como siempre.

¿DÓNDE ESTÁ EL AMOR? | ragoney Donde viven las historias. Descúbrelo ahora