Sálvame. || Laliter

El anillo de oro.

Narra Nacho:

Desde hace dos días tenía una hinchazón en el ojo a la que la llamaban Orzuelo y me dolía, así que fui al médico y le pregunte como sacarlo, me dio unas gotas pero no hicieron efecto, estaba harto del dolor pero tenía que ir a la escuela ya que hoy había partido de fútbol, y yo, el hijo de un juez, el más popular de la escuela tenía que ganar ese partido.

Llegue a la cafetería y me senté en la mesa de mis amigos: Rama, Tacho, Marianella y sus amigas Jaz, Mel y Vale. No me importaba juntarme con ellas, no eran populares como yo, pero tampoco eran malas. Hasta que llego una chica que vestía con volados, Caridad.

Su manera de hablar, sus gustos, como vestía, lo que comía, era todo diferente a mi vida, pero había algo, sus ojos color cielo que me hacían tan feliz sin que nadie lo supiera, tanto que cuando estábamos todos juntos daba vuelta mi mundo, me tenía que alejar de ella.

-Hola gauchos.- Dijo con una sonrisa contagiosa, chorreaba grasa.- Hola Nachito.- Me dijo, yo sabía que ella estaba enamorada de mi, pero soy el chico más popular, no puedo estar con una paisana.

Me fue a dar un beso en la mejilla y le dije:

-Salí de acá man.- Empujándola. Todos los de la cafetería se quedaron mirándola. Ella se puso a llorar y salió corriendo.

Narra Cari:

"Salí de acá man" dijo Nacho, y me empujó, no se que hice mal. Le dí un beso a todos no solo a el, supongo que soy poco para el, salí corriendo mientras las lagrimas caían, no podía parar de llorar, estaba enamorada de el desde la infancia.

Me encerré en la sala de música bajo una mesa para que nadie me viera llorando, estaba harta de que Nacho siempre me tratara mal, pertenecíamos al mismo grupo de amigos, yo se que el no estaba enamorado de mi, pero podría hacer el intento de tratarme bien, pero no, su ego no lo dejaba.

Sentí que alguien abrió la puerta y gire para ver quien era, era Nacho.

-Andate gaucho.- Le dije llorando.

-Perdón.- Me dijo, eso me sorprendió ya que el no era malo, pero nunca agradecía ni se disculpaba.

-¿Por qué me tratas mal? yo entiendo que no soy popular pero no es necesario empujarme.

-Me pasé empujándote, perdóname paisa, enserio no quería empujarte.- Decía con su rostro mirando al suelo cuando note que tenía algo en el ojo.

-Un orzuelo.- Le dije.

-¿Qué?- Me dijo confundido.

-Tenes un orzuelo en el ojo.-

-Si pero no se va con nada.- Me dijo.

-¿Tenes un anillo de oro? - Le pregunté. El me miraba extrañado.

-Si, acá.- Me lo mostró mientras se no sacaba de su dedo.- ¿Qué vas a hacer?- Me dio el anillo.

-Tranquilo Nachito no seas desconfiado, en el campo curábamos el orzuelo con un anillo de oro.- Agarre el anillo.- Lo frotamos por el ojo.- Le dije mientras lo acercaba a mi para pasarle el anillo lentamente por su ojo ya que estaba cerrado. Lo tenía tan cerca que podía oír su respiración y estoy segura de que el podía oír mi corazón latiendo a mil por minutos.-Ya está.- Le dije dejando el anillo en sus manos mientras el abría los ojos y me miraba, nunca había visto una mirada más hermosa, podía perderme en ella.

-Gracias.- Me dijo mientras seguía mirándome a los ojos, acortó la distancia que quedaba dejándome inmóvil. Estábamos a centímetros uno del otro cuando Nacho eliminó esos centímetros besándome.

Narra Nacho:

La tenía a pocos centímetros, ya no podía aguantar más, en ese instante no me importó quien estaba mirando, no me importó mi popularidad, no me importó nada, solo ella.

Eliminé la distancia entre nosotros y la besé. Fue un beso tranquilizador, lleno de paz, hasta que se volvió un poco más intenso y le pedí permiso a sus labios para dejar pasar mi lengua, los cuales aceptaron, jugamos con nuestras lenguas hasta que nos quedamos sin aire y tuvimos que separarnos, sin duda, ninguna chica popular me había hecho sentir lo que sentí con ese beso. Fue mágico.

Al separarnos abrí los ojos y vi que ella todavía los tenía cerrados, segundos después los abrió y me miró, ya no lloraba.

-¿Por qué hiciste eso?- Me dijo. Por primera vez en mi vida no supe que responder a una chica y salí corriendo, fue un acto cobarde, pero Cari me había dejado sin palabras.