Arrepentimientos y lecciones

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Eran audibles las respiraciones aceleradas y totalmente visible la tensión de Belle y Zelena mientras miraban a Regina ponerse de pie de un salto y empezar a caminar de manera seca y peligrosa hacia la abarrotada pista de baile. Ellas no tenían idea de lo que la morena pretendía hacer, si ir hasta Emma y Addison o pasar por delante de ella y marcharse.

Regina caminó de forma rápida y segura, prácticamente empujando a todos los que estaban bailando, hasta pararse frente a Emma y Addison. La pelirroja ya rozaba sus labios con los de la rubia cuando sintió un empujón, no muy fuerte, pero firme, en su codo derecho, asustándola. Regina la empujó hacia atrás separándola de Emma, mientras la rubia se tambaleaba apretando los ojos para ver mejor lo que sucedía. Todo había empezado a estar confuso desde el momento en que la doctora pidió que la besara.

Ahora, la morena estaba frente a ella con Addison, y las dos mirándose con rabia.

-Regina...¿qué...?- Emma comenzó, embrollándose con las palabras, intentando equilibrarse en el hombro de la alcaldesa.

-¡Cállate, Swan! Después me encargó de ti...- Regina respondió secamente sin apartar los ojos de la pelirroja que tenía delante –Salga de aquí...- susurró bajo hacia Addison con una mirada de desdén y furia.

La pelirroja la miró de arriba abajo sonriendo desdeñosamente.

-Está bien que seas una tremenda mujerona...- la miró de nuevo pasando los bellos ojos azules ,claros y lascivos, por las lindas curvas de la morena –pero, ¿quién se piensa que es para venir aquí e intentar estropear mi noche de sexo con Emma?

-Usted no va a hacer nada con ella...¿está ciega o no ve que está borracha y sin condiciones normales?

-No está tan borracha para estar fuera de sí. Emma es adulta y sabe muy bien lo que hace...- la provocó –y por lo que veo, le está gustando mucho mi presencia y mis caricias...- sonrió ampliamente

-¡Aproveche que estoy con paciencia, descarada...SALGA de aquí ahora!- su furia aumentaba. No sabía cómo lidiar con el hecho de que hasta segundos atrás Emma estaba restregándose con la doctora.

-¿Y si no qué?- Addison cruzó los brazos en su pecho y dio un paso hacia Regina.

Addison no esperaba que la morena pusiera una sonrisa tan maquiavélica y se acercara también a ella, hasta casi pegar sus cuerpos. La sonrisa de la pelirroja se deshizo enseguida, dando lugar a una mirada de miedo y a un corazón palpitando de recelo.

-Si no...- Regina siguió sonriendo, y por medio de la magia hizo que sus ojos se pusieran rojos como la sangre y sutilmente mostró su mano a la pelirroja. Allí, de manera que solo la doctora pudiera ver, conjuró una pequeña bola de fuego para asustarla. Y lo consiguió. Addison descruzó los brazos, desorbitó los ojos y dio un paso hacia atrás, tropezándose con sus propios pies.

-¿Qué diablos es usted?- balbuceó con miedo y la respiración fallando, mirando de la mano, que había vuelto a quedar limpia, a los ojos aún rojos de Regina.

-No quiera verlo, querida...- habló bajo y peligrosamente cerca de la boca de la pelirroja, mientras esta se quedaba sin aire -¡Ahora, largo! No haré nada si se marcha de aquí, calladita y vuelve a su bebida y a su barra, como si nada hubiera sucedido...sin una palabra a nadie...¿estamos?- en un pase de magia, los ojos de Regina volvieron del rojo sangre al castaño almendrado.

Addison, completamente asustada, nada consiguió decir, apenas asintió lentamente con la cabeza. Se giró de espaldas a Regina y Emma y se fue abriendo paso hasta llegar de nuevo al alto taburete donde estaba sentada antes. No se atrevió a volver a mirar hacia las dos, estaba turbada, aturdida e intentando recuperarse de lo que había visto. Con manos trémulas, pidió otra bebida al camarero y se quedó ahí, perdida en sus pensamientos.

Diario de un gran amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora