Capítulo 9

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"...

Se giró a la derecha, pasaron dos minutos y luego giró a la izquierda...otro giro y se puso bocabajo, otro giro más y estaba ahora bocarriba....definitivamente no se acomodaba, sería imposible dormir esta noche...su corazón daba golpeteos incesantes y para variar el aire parecía traerle su aroma...un aroma a musgo verde con un toque de maderas cálidas que alteraba sus hormonas.

Se sentó de un solo golpe mientras se llevaba ambas manos a la cabeza y se frotaba el cuero cabelludo con algo de dificultad por sus risos enmarañados. Entonces descubrió que el aroma de Albert, lo tenía pegado en su piel...claro, luego de abrazarlo y besarlo como lo había hecho era imposible no tener no solo su aroma sino también la sensación de sus brazos en su cuerpo y de sus besos en sus labios...

-Ufff, creo que esta noche será imposible de dormir – balbuceó para sí misma mientras aspiraba de sus manos el aroma que él había dejado impregnado en su piel.

Pero sabía que necesitaba dormir...no quería parecer la novia mas ojerosa de la historia.

Miró el reloj, ¡no podía ser! El tiempo se había detenido...seguramente el reloj se había parado....lo sacudió y se lo llevó al oído derecho, solo para comprobar que estaba bien...

Sin embargo, Candy, no era a la única a la que se le había parado el reloj, Albert estaba peor que ella, luego de dar varias vueltas a la cama había decidido ir a revisar unos documentos en la biblioteca y ni eso le había dado resultado...seguramente el saber que ambos estaban bajo el mismo techo incrementaba su insomnio...caminó por la casa pero deliberadamente evitó pasar cerca de la puerta de Candy...no quería terminar abriendo aquella puerta...y adelantando su luna de miel...agitó la cabeza y decidió darle una última oportunidad a su cama. Respiró profundamente, en contadas horas ella compartiría su lecho...

Logró dormir a regañadientes por un par de horas, pero definitivamente el cuerpo esta noche no necesitaba tantas horas de sueño, así que decidió ir a recibir el nuevo día cabalgando por Lakewood y despertando a los pájaros...no era la primera vez que lo hacía...pero definitivamente era la primera vez que estaba tan exultantemente feliz.

Miró el amanecer filtrarse a través de las oscurecidas nubes en el firmamento...y respiró tan profundamente que por un momento le pareció que iba dejar sin aire el planeta mientras la brisa fría de la mañana agitaba sus rubios cabellos...

Espoleó a su caballo en dirección a la casa mientras a su paso escuchaba como los pájaros y los gallos empezaban a cantar con algarabía como si supieran el día tan importante que sería para él.

Lo primero que buscó al acercarse a la casa fue la ventana de Candy....tenía la ligera corazonada que para ella también había sido una noche muy larga...

-Buenos días señor – saludaron a su paso los primeros empleados que iniciaban sus labores

-Buenos días – contestó sonriente - ¿Saben si llegó George? – preguntó algo preocupado pues hasta que había salido de la casa en la madrugada no había rastros de su fiel amigo.

-No señor.

Estaba seguro que algo se había complicado en Chicago...y tenía la ligera corazonada que su tía tenía mucho que ver con el retraso de George. Se encaminó a paso firme hacia la casa...si su tía decidía presentarse con la maléfica intención de interrumpir su boda él estaba dispuesto a todo...

Lista – dijo Annie dándole el último toque al peinado de Candy.

Candy se giró para mirarse detenidamente en el espejo. Pocas veces llevaba recogido el pelo en un moño, pero sin duda, Annie, sabía mucho de peinados, porque lo que vio, le gustó. No llevaría velo, tan solo una tiara cubierta de flores que hacia juego con el hermoso vestido color perla que Albert le había regalado. Sonrió, mientras recordaba que lo había visto a hurtadillas por la ventana en la madrugada caminando rumbo al establo, había querido salir corriendo y pillarlo desprevenido pero entonces recordó que en pocas horas se casaría y si la veía, ahora si rompería la superstición y no quería que nada empañara su felicidad...así que había optado por agarrarse son fuerza de las cortinas y morderse las ganas de estar en sus brazos, total ya solo faltaban unas cuantas e interminables horas para que sus vidas se unieran para siempre.

EN CONTRA CORRIENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora